o verdadeiro heroísmo está en transformar os desexos en realidades e as ideas en feitos "sempre en Galicia"

domingo, marzo 26, 2006

Breve historia de Nicaragua

Me gustaría empezar un nuevo post diciendo que me encuentro genial y que todos mis problemas físicos han desaparecido, pero no va a poder ser. Por ahora sigo con el último tratamiento que he probado y sigo también con mis problemas de estómago. Estas pastillas son poco menos que matarratas, así que confío en que los problemas que tengo en estos momentos sean efectos secundarios del medicamento. En unos días acabaré la medicación y podré hacerme unos análisis para comprobar que ya me he librado de mi mascota (Entamoeba Histolytica).

Vuelvo a decir que mi idea era la de viajar para conocer más este país, alternando mi presencia en Somoto con la visita a otros lugares, pero mis condiciones físicas me han impedido alejarme de aquí. Por lo tanto, como no tengo grandes aventuras que relatar (por el momento), he decidido que ya iba siendo hora contaros algo sobre la historia de Nicaragua. La he titulado “breve historia”, pero no porque sea breve, ya que habría tema para rato, sino porque voy a intentar resumir todo lo que sé en el mínimo espacio posible, haciéndola así un poco más soportable para todos aquellos que no les interesa demasiado el pasado. Si a pesar de ello, no os interesa lo que cuento, siempre podréis saltaros este post.

Como todo tiene un principio, empezaré diciendo que la presencia humana en el territorio que hoy abarca Nicaragua se sitúa en torno al año 4.000 a.C. Fue en el siglo VII d. C. cuando llegaron a la zona grupos indígenas de ascendencia Azteca provenientes de México . (¿Veis qué fácil?; ya he resumido 1.900 años en cuatro líneas).

Se dice que el primer europeo en pisar Nicaragua fue Cristóbal Colón en su 4º viaje en 1.502, cuando tuvo que atracar en un cabo debido a una gran tormenta. Le llamó cabo Gracias a Dios, porque si no es gracias a Dios que el cabo estaba ahí, no lo cuentan. Diversos expedicionarios españoles se adentraron en el país, siendo el más relevante de ellos Francisco Hernández de Córdoba, el que le da nombre a la moneda, fundando Granada y León. Nicaragua se convirtió en un importante punto de abastecimiento para la conquista del Imperio Inca. Con el tiempo, la ciudad de Granada se reveló como un importante centro económico y comercial, desde el que los barcos españoles mantenían contactos continuos con los demás puertos del Caribe. Esto despertó la codicia de los piratas ingleses (Pirates of the Caribbean), que asaltaban continuamente la ruta del río San Juan, donde nuestros paisanos construyeron un castillo de defensa, la fortaleza de La Inmaculada Concepción (espero poder llegar a visitarla).

Como ya dije en otro momento, los ingleses tomaron la costa atlántica sometiendo a los Miskytos, mientras los españoles dominaban la Costa del Pacífico. Por lo tanto, Nicaragua se convirtió en el campo de batalla entre dos potencias mundiales: España e Inglaterra.

Presionados por los conflictos armados que exigían la retirada hispana, en 1821, los propios españoles proclamaron la independencia de Nicaragua. En 1824 se constituye la Federación Centroamericana, de la que pasa a formar parte. Como el invento no funcionó, en 1838 se disolvió la Federación y Nicaragua se convirtió de nuevo en estado soberano. Tras la independencia se vivió una época de incertidumbre política en la que se sucedieron 39 jefes de estado diferentes a lo largo de 30 años. La inestabilidad desembocó en una guerra civil entre Democráticos (con base en la ciudad de León) y Legitimistas (con base en la ciudad de Granada). Los Democráticos trataron de ganar la guerra contratando a un tipo llamado William Walker y su ejército de mercenarios norteamericanos. Como no, ocupó Granada, pero después de eso se autodeclaró Presidente del país y decidió instaurar un estado esclavista. Entonces los Democráticos y Legitimistas decidieron unirse para combatirlo (qué irónico, no?). Walter fue detenido y fusilado en Honduras en 1860 después de que quemara Granada. La Guerra entre los dos grupos fue solucionada proclamando Managua como la nueva capital del país (solución salomónica, ni pa ti ni pa mí).

Tras esa guerra el país fue gobernado por un grupillo de conservadores, a pesar de lo cual, se vivió una época de cierto despegue económico. A esta etapa siguió un gobierno liberal presidido por José Santos Zelaya que dio paso a un gran auge económico, político y cultural. A Zelaya se le pasó por la cabeza que sería buena idea hacer un canal interoceánico en Nicaragua, pero en 1903, Estados Unidos escogió Panamá como punto para abrir su canal interoceánico, por lo que este proyecto chocaba con los intereses del Tio Sam. El incidente de la muerte de dos ciudadanos norteamericanos durante una revuelta contra Zelaya dio la excusa perfecta al gobierno Norteamericano para presionarle y obligarle a renunciar al poder en 1.909.

Los conservadores volvieron a gobernar y volvieron también las luchas con los liberales. Con la excusa de poner paz, los EE.UU, también volvieron a meterse donde no les llaman e instauraron en el poder al títere que a ellos mejor les convenía. El general Augusto César Sandino (el que sale en la foto) se negó a capitular, a menos que cesase el dominio norteamericano y se retirasen sus tropas del país. Con trescientos hombres se adentró en las montañas del norte del país para combatir a los marines manteniendo durante 6 años en jaque a los ocupantes con apoyo del campesinado. Una lucha épica que lo convirtió en un héroe latinoamericano. En 1.932 se celebraron elecciones y en 1.933 las tropas norteamericanas abandonaron el país sin haber conseguido derrotar a Sandino. Pero previamente a su ida, dejaron formada y avituallada a la Guardia Nacional, una fuerza militar nicaragüense proclive a los intereses de USA. Al frente de ella se colocó Anastasio Somoza. A Sandino lo apresó la Guardia Nacional y lo mató. Somoza convocó elecciones y las amañó para obtener la victoria.

Con este hecho, en 1937, se dio inicio a la dinastía Somoza, en la que tres generaciones gobernaron el país de una forma auténticamente dictatorial con mano de hierro, sometiendo a la población a un temor constante gracias a la ayuda de la Guardia Nacional y de los EE.UU. Los Somoza empezaron a amasar una gran fortuna a base de gestionar el país como si fuese su finca particular. Económicamente, los años de somocismo supusieron una época de gran crecimiento para el país pero solo un sector de la población se vio favorecido, mientras que las clases bajas estaban desatendidas (más de la mitad de la población era analfabeta).

Dos hechos clave colmaron el vaso para el levantamiento popular que acabaría con la derrocación de la dinastía Somoza: el hecho de que la familia se apropiara de toda la ayuda internacional de emergencia para paliar los daños del terremoto de Managua de 1972 y el asesinato de un famoso periodista crítico con el régimen (Pedro Joaquín Chamorro). Con la presión de la lucha de guerrillas llevada a cabo por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, el último Somoza tuvo que huir, siendo asesinado en Paraguay en 1980.

Los Sandinistas retomaron el poder de la Nación, presentándose como un grupo idealista y renovador. La revolución tomó rumbo hacia el comunismo, desarrollando los servicios sociales y rebajando drásticamente el analfabetismos. Este acercamiento despertó las simpatías de la Unión Soviética y Cuba, máximos estandartes del comunismo, que ofrecieron ayuda económica al país. Durante esa época muchos estudiantes nicas fueron becados para estudiar en la antigua Unión Soviética y Cuba ofreció entre otras cosas gran cantidad de médicos.

Pero pronto el Frente Sandinista empezó a pudrirse por dentro. Algunos de sus miembros pecaron de avaricia, echaron del partido a los verdaderos líderes ideológicos, a los sandinistas de corazón, y empezaron a acumular propiedades a espaldas del pueblo mediante la expropiación. Por otro lado, a los Estados Unidos no le hacía mucha gracia el rumbo de la política en este diminuto país centroamericano, y lo veía como la puerta de entrada del comunismo en América Latina. Estos dos factores hicieron que, de nuevo, los EE.UU. promovieran una fuerza contrarrevolucionaria (La Contra), formada de campesinos desconformes con el nuevo gobierno sandinista y antiguos miembros de la Guardia Nacional. Así nació una nueva Guerra Civil entre los Sandinistas (armados por los comunistas) y la Contra (armada por los EE.UU.). Como en la lucha entre España e Inglaterra, Nicargua se volvió de nuevo el campo de batalla entre dos potencias mundiales. USA decretó el embargo comercial sobre Nicaragua, lo que junto con el minado que realizó de los puertos y la destrucción de gran cantidad de infraestructuras, hundió al país en una grave crisis de la que a día de hoy todavía no se ha recuperado. La guerra continuó a pesar de que la madre del comunismo, la Unión Soviética desapareció de manos de Gorbachov, dejando a sus hijos huérfanos, bajo la presión de los americanos. A pesar de eso, ninguno de los dos bandos conseguía derrotar militarmente al otro, así que, agotados, comenzaron conversaciones de paz que desembocaron en unas elecciones democráticas en 1990.

Para gran sorpresa de los sandinistas (y alegría de los EEUU), éstos no ganaron las elecciones, sino que las ganó la UNO (Unión Nacional Opositora), una agrupación de pequeños partidos que tenía como estandarte a Violeta Chamorro, la viuda del carismático periodista Pedro Joaquín Chamorro, asesinado por Somoza. Se consolidaba así una democracia próspera en el país que renunciaba al socialismo y acababa con el bloqueo económico. Las luchas internas por el poder dentro del sandinismo, la corrupción de algunos de sus dirigentes y el cansancio de la población han terminado por desprestigiar a esta este grupo político que se presenta a sí mismo como los representantes de la revolución popular.

Los gobiernos que le siguieron hasta la actualidad no consiguieron que el país levantara la cabeza. La sombra de la corrupción cubrió y cubre a todos y cada uno de los presidentes y grandes magistrados que gobernaron y gobiernan este país.

Bueno, creo que por hoy a llegado con esto. Siento haber dado tanto el coñazo pero no fui capaz de resumirlo más.

jueves, marzo 23, 2006

Mejor hacerlo uno mismo

Es domingo, 19 de marzo, y hoy tenía pensado visitar el famoso cañón de Somoto. Por tercera vez no ha podido ser porque mi estómago ha vuelto a las andadas. El día comenzó bien, pero después de desayunar comencé a sentir náuseas. Tenía 38 y medio de fiebre y me sentía como si me hubiesen metido una paliza. Esta vez me fastidió más que nunca, porque acababa de terminar el nuevo tratamiento que me había recetado el médico. Parece que el segundo intento tampoco ha dado resultado, como el anterior. Sigo con el bicho dentro.

A pesar de que era domingo, me fui directo al médico para comentarle lo que pasaba. La consulta queda en su propia casa, pero nadie me abrió la puerta.

De la consulta me dirigí a la farmacia más cercana para hablar con la dependienta sobre las dudas que tenía con el medicamento que me habían recetado. Charlando con la farmacéutica resultó que ella era médico (es que aquí los médicos están tan mal pagados, que la mayoría de ellos opta por abrir farmacias, que dan más dinero). Le pedí su opinión sobre el medicamento que me habían recetado y me dijo;
- Hombre, no es muy ético que diga esto de lo que receta otro profesional, pero esas pastillas no son las indicadas para tu problema.
Y es que yo ya lo sabía. Me tenía que haber recetado Metronidazol. Resultó que me había prescrito un antibiótico que no era eficaz contra las amebas.

Yo soy de la teoría de que si quieres hacer algo bien, hazlo tú mismo, así que de allí me fui directo a Internet. A estas alturas ya me estoy planteando seriamente cambiar mi proyecto de fin de carrera por una tesis sobre amebas. Encontré un listado de todos los medicamentos contra la amibiasis y me fui con él a la farmacia a recoger los que necesitaba; uno para matar amebas adultas y otro para matar los quistes. También me enteré por qué con el primer medicamento que tomé no había obtenido ningún resultado. Las pastillas eran las adecuadas, el problema es que el médico se equivocó con la dosis. Me dijo que tomara cuatro pastillas durante dos días, es decir, una a la mañana y otra a la noche durante dos días, y en realidad, lo que había que tomar era cuatro pastillas seguidas cada uno de los dos días.

Ya estoy empezando a estar un poco harto de esta situación. No es que me encuentre fatal, porque sólo me dan achuchones de vez en cuando, pero empieza a minar un poco mi moral. Verme cada día más delgado no deja de desanimarme.

Espero que sea verdad eso de que a la tercera va la vencida.

Fin de semana en Managua (Sábado 11 y Domingo 12/3)

El viernes llegamos a la casa de Marcel sobre las 5.30 de la madrugada, y aunque sea una hora habitual para España, para Managua es muy tarde. Un taxi nos llevó desde el Fresh Hill. Para regatear el precio utilizamos la técnica del poli bueno y el poli malo. El taxista proponía una tarifa, y mientras uno decía que “ni de coña”, el otro decía que el precio no estaba mal del todo. Así el taxista bajaba un poco. Yo creo que al final nos cobró bastante poco, por lo que hizo el viaje un poco de mal humor, yendo por las calles desiertas a 120. Yo estuve tentado a decir “bueno, el precio incluye llegar vivo al destino, no?”, pero mejor me callé, por si acaso se cabreaba más.

Una de las razones por las que la gente no acostumbra a llegar tan tarde a casa es porque el sol sale a las 6, y el sol en Managua, en esta época del año, es implacable. Marcel vive en un pequeño apartamento, hecho a modo de segunda planta sobre una casa. Tiene una terracita, un saloncito, una habitación y un baño. La cocina es compartida fuera del apartamento. Es de lo mejor que he visto, pero no se puede decir que sea barato, paga 150€ al mes. Yo creo que aquí podrían vivir perfectamente dos personas, y así salirle bastante más arreglado el precio.

Yo dormiría sobre una colchoneta que tiene en el saloncito. Y digo dormiría, porque no pegué ojo. Primero surgió el problema del sol. La puerta de la casa consiste en una vidriera con una reja que apunta exactamente al este. A las 6 ya me estaba pegando el sol encima. Cuando estaba a punto de dormirme empezaron a zumbar los mosquitos. Tuve que armarme con zapatilla en mano y pasar casi dos horas persiguiéndolos. Maté a cuatro, y lo peor de todo es que todos me habían picado ya cuando los finiquité. El problema de estas casas es que no están aisladas del exterior, todas tienen huecos y rendijas por las que pueden entrar los mosquitos o los lagartos. Hasta cierto punto es lógico, porque no se tienen que preocupar por el frío, y con tal de que no entre la lluvia, con una verja a veces ya vale.

Visto que eran las 11 y ninguno de los dos conseguía dormir, decidimos levantarnos. Cogimos una sandía enorme, la partimos y nos la zampamos de desayuno. Luego pusimos camino de la piscina municipal para darnos un baño. Tuvimos que ir en el peculiar transporte urbano de Managua (los autobuses amarillos). Los que hacen estos viajes son más viejos que los de largo recorrido, y realmente es sorprendente que anden. El billete vale 2,50 córdobas (12,5 céntimos de euro). No se puede decir que sea caro, pero es que el servicio no vale mucho más. Tienes que subir en marcha y bajar en marcha. Los vehículos van saturados; todos los asientos van llenos y en el pasillo hay tres filas de personas. Si en un autobús normal viajan unas 60 personas, yo calculo que en uno de estos viajan bastantes más de 100. Además, los autobuses no indican hacia donde van, simplemente hay una especie de revisor que saca la cabeza por la puerta de atrás para gritar el destino .Un chico que trabaja en la cooperativa de autobuses me dijo que cada uno de ellos está valorado en 5.000 dólares. Así que ya sabéis, si un SEAT Panda se os hace caro, siempre podéis venir a Managua a comprar un autobús para salir de marcha con los amigos.

La piscina no era realmente municipal. Es una piscina del ejército, y es la única piscina olímpica que hay en toda Nicaragua. Yo hice un amago de bañarme para dar un par de largos, pero me dio un achuchón que casi me deja tieso en mitad de la piscina. A parte de seguir enfermo, la noche sin dormir me sentó muy mal.
Cuando Marcel se nadó la piscina unas cuantas veces decidimos ir a comer. Nos dirigimos a uno de los nuevos centros comerciales de Managua. Es increíble ver como puedes vivir como un europeo o un americano en esta ciudad estando en pleno tercer mundo. Fuimos a una planta en la que estaban todas las cadenas de comida rápida de América Latina. Yo intenté comer un trozo de pizza, pero las nauseas me impidieron dar el segundo bocado. Así pasé otro día más sin comer.

Hacia la noche ya estaba un poco más recuperado, por lo que pudimos salir a cenar. Fuimos a un restaurante casero donde me prepararon una sopa. Luego nos dirigimos a uno de los bares de moda de Managua, el Art Café. El ambiente estaba bien, con buena música, pero es que mi cuerpo no estaba para fiestas, así que a la una ya estábamos en casa. Esa noche sólo conseguí matar tres mosquitos. La mayor parte de la hora y media que pasé persiguiéndolos fue infructuosa.

El domingo amanecí un poco fastidiado, sin mucho apetito, así que lo único que comí fue un poco de arroz en un bar mientras veía el partido del mundial de béisbol entre Venezuela y Cuba. El béisbol es el deporte nacional, importado por los marines americanos a principios del siglo XX. Tiene más adeptos que el fútbol, aunque éste está en continuo ascenso, sobre todo en el norte del país. Aunque la verdad, cualquier nica sabe más de la liga española que yo. El Barça y el Madrid son seguidos con fervor por estas tierras.

Entorno a las 3 de la tarde llamé a Guille para saber en qué lugar podría quedar con él, ya que esa noche tenía previsto dormir en su casa. Me acerqué en taxi a un centro comercial en el que se celebraba una feria de turismo. Allí los encontraría a él y a Ofelia. Estuvimos un rato viendo un concierto del cantante del que os hablé en el post anterior (Mejía Godoy). De camino a casa paramos en un restaurante Salvadoreño a cenar unas tortas rellenas de crema de frijoles. Tenían encerrado en una jaula a un mono araña que me dio bastante pena. Le saqué una foto.
Al llegar a casa nos fuimos directos a cama. Al día siguiente viajé de vuelta a Somoto. Siento no poner más fotos, pero ese día no estaba lo suficientemente animado como para llevar la cámara encima.

martes, marzo 21, 2006

Fin de semana en Managua (Viernes 10/3)

El viernes no hubo valor para levantarse a las 5 de la mañana, así que la jornada comenzó a las 7. Es lo bueno que tiene ser tu propio jefe. Llegamos a la oficina entorno a las 8 y yo pasé la mañana leyendo. Fue un día de relax, porque me fui para casa con Guille a las 12 y estuvimos media tarde charlando.

Por la noche (a las 7), había quedado con Marcel para ver una proyección de cortos en un cine de Managua. Luego me quedaría con él el resto del fin de semana. Resultó que el evento era en el cine July, un cine porno de la capital. Estos artistas son de lo más original. En la entrada estaba esperándome Marcel, que me presentó a algunos amigos nicas y a un chaval vasco que trabajaba para las Naciones Unidas.

La sala era de lo más cutre que he visto en mi vida; había unas banquetas como las de las salas de espera de los hospitales, forradas con unas telas negras, el suelo era de cemento sin llanear y los altavoces seguramente se los habrían robado a alguna orquesta. Me pesó no haber traído una toalla de casa para no tener que sentarme directamente en aquellos asientos. El espectáculo empezó aproximadamente una hora después de lo previsto, así que aproveché para sacarme alguna foto con Marcel. El pase consistía en unos veinte cortos de un minuto, más o menos, y un documental de casi dos horas. El documental estuvo bastante bien, trataba sobre una experiencia en la que le daban clases de fotografía a unos niños de un barrio marginal de Colombia. Se hizo un poco largo de más. Los cortos fueron penosos, aunque gracias a ellos, tuvimos tema de conversación para toda la noche, discutiendo el recurrido tema de "si cualquier cosa se poduede considerar arte". Para poneros un ejemplo, uno de ellos consistía en enfocar unos labios que se movían durante un minuto. Otro consistía en una mano escribiendo en un papel “al menos déjame una foto tuya”. Y chorradas así. Al terminar la proyección unos tipos hicieron un pequeño concierto delante de la pantalla con una película de Buñuel detrás. No me gustaron mucho porque eran demasiado heavys para mi gusto.

A la salida nos dirigimos a un restaurante indio para cenar. El Pita Express. A pesar de las reticencias que tenía con ese tipo de comida, puedo decir que la lo que me sirvieron estaba impresionante. Si algún día vais a un restaurante indio os recomiendo comer un humus, que es una especie de sándwich vegetal que está de vicio. Riquísimo. El té también estaba buenísimo.

De ahí fuimos a un concierto que había en el centro, de un grupo que se llama Perro Zompopo (como el lagartito). El líder es hijo de un cantante natural de Somoto llamado Carlos Mejía Godoy. No sé si os sonará de algo el nombre, pero es uno que cantaba una canción que decía algo así como “Son tus perjúmenes mujer, los que me sulibellan, los que me sulibellan…” Quizás no os suene de nada, pero es que yo la reconozco porque mi padre la canta de vez en cuando. El concierto ya casi había finalizado cuando llegamos, pero todavía pudimos quedarnos a tomar algo, ya que había bastante ambiente. Fuimos al bar Tsunami. Como ya dije en otro post la marcha en Nicaragua no es como me la imaginaba. Lo que nosotros llamamos pubs tienen mesas y sillas, y a lo más tienen una zona reservada para bailar. Lo común es ir a un bar a sentarse para charlar y beber cerveza o ron (en ese sentido no hay mucha variedad).

Luego cambiamos de local y nos fuimos a otro que se llamaba Fresh Hill. Allí ya había más movimiento. Lo que sí me pareció diferente a España es que la gente está un poco más desinhibida. Me refiero a que cualquiera se pone a charlar contigo aunque no te conozca de nada y te lo pasas muy bien, porque es como estar en una fiesta con tus amigos. Esa noche conocí a bastante gente. Marcel dice que Managua para salir es como un pueblo, que en dos fines de semana conoces a todo el mundo a pesar de que es una ciudad de un millón y pico de personas. El caso es que Marcel se mueve por los bares a los que van los universitarios que tienen más pasta. Entonces siempre se encuentra con la misma gente.

Muchas personas me ha preguntado si es verdad el mito de que las mujeres latinas se nos echan encima a los españoles… y yo diría que depende. Me he dado cuenta de que, generalizando un poco, hay dos tipos de mujeres. Las de nivel cultural un poco más bajo que te miran vergonzosas y bajan la cabeza, te ven como a un bicho raro y no se suelen acercar. Luego, por otro lado están las de nivel cultural alto, generalmente universitarias. Esas son aguilillas y suelen acercársete para hablar. A estas le gustan los españoles, pero no porque piensen que tienes dinero o porque quieren venirse contigo para España, sino porque dicen que prefieren nuestro carácter que el de los nicas. Los nicas son muy-muy-muy machistas, y parece ser que los españoles tratamos a las mujeres más de igual a igual. Es normal que estés en un bar de estos y te saque alguna chica a bailar. Si te lo propones no tienes problemas para ligar, te lo ponen fácil. Además hay que tener en cuenta que a todos nos atrae lo exótico, así que e ellas siempre les llama la atención el tipo de persona a la que no están acostumbradas. En general a todas les gustan los cheles, porque en esta sociedad ser chele significa estar bien considerado.

Todos tendemos a pensar que a los hombres españoles y europeos les motiva viajar a los países latinos porque allí tendrán bastante éxito éxito con las mujeres. Lo que a mí me impresionó al hablar con la gente de aquí es que no son precisamente los hombres los que más se desmelenan al llegar a estas tierras, sino las mujeres. Se podría decir que las españolas disfrutan (al menos en Nicaragua) de una gran fama de "libertinas".

Aquí dejo la foto de una chica nica. Se la prometí a Juan Luis, que estaba muy interesado en saber como eran estas mujeres…

viernes, marzo 17, 2006

Fin de semana en Managua (Jueves 9/3)

Intentaré cambiar un poco de tema en este post, porque me estoy volviendo un poco pesado, así que hablaré de la última vez que salí de Somoto.

Cuando llegué a Nicaragua, mis planes consistían en pasar una semana en casa de Guille para adaptarme a la situación y luego viajar a Somoto. Allí trabajaría, y cuando tuviese la oportunidad me desplazaría para conocer otras partes del país. Mis problemas de estómago truncaron mis intenciones e impidieron que me desplazara tanto como yo desearía. La semana pasada cumplí un mes en Somoto, así que decidí salir de este pueblo aunque no fuese en plenas condiciones.

El plan consistía en viajar el jueves a Managua, quedarme allí un día o dos, y luego ir con Marcel a las playas del Pacífico. Marcel es un chico catalán que trabaja de voluntario en Amigos de la Tierra. Es un tipo singular. Estudió Empresariales en Barcelona y trabajó en una multinacional en París. Según él, ganaba mucha pasta y se estaba forrando, pero su vida no le convencía, así que decidió darle un giro y se fue de voluntario con una ONG a Cali (Colombia), de allí a El Salvador, y desde hace dos meses está aquí, en Nicaragua. Dice que en Agosto, si no le sale algún trabajo remunerado, se tendrá que ir para casa, porque ya se le está acabando el dinero que ganó en Francia. Hay muchas historias como las de Marcel por aquí. En la oficina de Ingenieros Sin Fronteras trabaja un vasco que era ingeniero de telecomunicaciones. Cuando se aburrió de su trabajo, se compró un barco y aprendió a navegar durante un año. Al tener dominado el tema se le ocurrió cruzar el Atlántico en solitario y venirse hasta Nicaragua.

Yo tenía que coger el autobús a Managua a las 3 de la tarde. El problema que tenía era que el viaje duraba tres horas y media y mi estabilidad intestinal no estaba asegurada. Por lo tanto recurrí a las pastillas antidiarreicas, que, aunque no me solucionen el problema de forma permanente, te aseguran que no irás al baño en unas cuantas horas. Es como ponerte un taponcillo.

A la estación me acompañó Freddy. Allí me sacó una foto con un cartel de Euskadi, en el que se anunciaba que la construcción se había llevado a cabo con fondos procedentes del País Vasco. No os podéis ni imaginar el dinero que llega aquí procedente de otros países. De hecho, la primera fuente de ingresos de Nicaragua es la cooperación internacional. Si andas por Somoto te puedes encontrar carteles de Castilla la Mancha, Cataluña, Madrid, Unión Europea, Japón, Finlandia, Canadá, Banco Mundial, Naciones Unidas, etc, etc, etc. Más de la mitad de esta ciudad fue hecha en base a fondos de ayuda internacional. Y esto mismo ocurre con la mayoría de localidades del país. Desde mi punto de vista, esta situación se está convirtiendo más en un problema que en una solución, porque las cosas se están construyendo con dinero de otros y la economía está sustentada en las ayudas internacionales. Si el día de mañana deja de llegar dinero del exterior este país se paraliza. No han conseguido aprovechar la ayuda para realizar una economía sostenible, la gente se ha hecho dependiente del dinero externo que muchas veces se utiliza sin ningún control ni acierto. Quizás sea un poco drástico, pero pienso que a este país le vendría bien pasar unos años sin cooperación internacional para que se despertase la economía y la gente se concienciase de la necesidad de ser un país competitivo. Lo pasarían mal un tiempo, pero seguramente luego las cosas irían a mejor. Por otra parte, el caciquismo está a la orden del día y todas las mañanas aparecen en el periódico casos de desfalco por parte de políticos. Estos casos son olvidados una semana después, siguiendo impunes y en sus cargos los autores del delito. Esto es consecuencia de la pasividad del pueblo que admite como algo normal esta clase de hechos.

Siguiendo con lo que estaba, llegué a la estación y me empezaron a asaltar los buseros preguntándome a dónde iba. Opino que esta tradición tiene poco sentido, porque lo que ellos intentan es convencerte para que montes en su autobús. Menuda tontería, yo no voy a estar en la estación por casualidad y porque uno de ellos me diga “Granada!!!!, Granada!!!!”, yo no voy a decir “anda, me ha convencido, me apetece ir a Granada”. A pesar de que el de Ocotal y el de Jinotega intentaron persuadirme, me monté en el bus que tenía previsto, el de Managua, e inicié mi viaje no sin el temor de que me diese un apretón por el camino. En ese caso me tendría que bajar del autobús en algún punto de la carretera Panamericana y después de buscar un arbusto, encontrar la manera de llegar a Managua. Por suerte para mí, no sucedió.En el autobús tuve la oportunidad de adquirir tortas de maíz, enchiladas, frescos, jocotas, superconos… y una gran variedad de alimentos que son paseados por el pasillo del autobús en cada parada.

Me tocó sentarme en el segundo asiento. A mí no me gusta demasiado viajar en la parte de delante del autobús, porque tienes la oportunidad de contemplar la conducción del busero, que se podría calificar, en el sentido más amplio de la palabra, como “arriesgada”. Ver como adelanta a camiones y coches en plena curva o cambio de rasante es un sinvivir, con el que consigue que a los que vamos delante se nos pare la respiración durante unos segundos. Lo más habitual es que en todos los viajes tengas al menos un sustillo.

Casi cuatro horas después llegamos a Managua. La idea era que cogiese un taxi para ir a la oficina de Amigos de la Tierra, donde estaría alguien esperándome. Creo que en este post me estoy yendo un poco por las ramas, pero es que este es un buen momento para hablaros de los taxis y de los cheles. Los taxistas de Nicaragua son personas que gozan de mala fama, se dice que son estafadores, agresivos y listillos (en el fondo no son tan diferentes a los nuestros). El viaje en el taxi suele ser barato. Dependiendo de la distancia, de la oferta, y de la cara de tonto que te vean, puede variar entre 15 y 40 córdobas (más o menos entre 1 y 2 euros). No tienen taxímetro, así que el precio lo tienes que regatear. Eso es lo bueno que tienen. Lo malo es que tienes que compartir el taxi con otras personas, y por lo tanto, el conductor tiene que desviarse para dejar a otro en su destino. Es como un pequeño autobús. Normalmente intentan subir a toda la gente que pueden, y si ven a alguien con cara de despistado por la calle les pitan para que se den cuenta de que están disponibles para llevar más gente. Yo he viajado con siete personas más en un taxi: el conductor, una señora con dos niñas en el asiento del copiloto y cuatro atrás. Aquello parecía el “Qué apostamos”.

Otro tema es el de los cheles. Los cheles somos todos los del piel clara (viene de la palabra leche). Se identifica al chele como el extranjero o la persona con un nivel social más alto. Los famosos, los políticos, los presentadores de televisión y las personas de elevado poder económico son cheles y evitan juntarse con gente de piel morena. En los medios de comunicación sólo aparece gente de piel clara y en un anuncio publicitario jamás verás al prototipo nica. Posiblemente veas a un español o a un americano. Los propios nicas ejercen una discriminación positiva hacia los cheles. En todos los sitios te tratan como si fueses de un nivel social más alto. Un ejemplo, es que cuando entras a un banco, hay un vigilante que te revisa de arriba abajo. Si eres chele te deja pasar casi sin más. Como dije antes, esta es la parte buena. La mala, es que además de verte la cara blanquita, te ven cara de dólar, o de tonto, no sabría decir. Casi siempre te intentan cobrar más de lo que valen las cosas y cuando vas a un mercado o algún sitio parecido te acosan para que les compres. Cuando voy con Freddy a comprar algo siempre habla él. Cuando le dicen el precio ya puedo hablar yo. Los niños y los borrachos se te acercan para pedirte dinero, y como no seas un poco contundente, no te los sacas de encima. Y no es que lo pidan para comer, sino que los borrachos es para mantenerse como están y los niños para comprarse chucherías. Pobre de ti si se te ocurre darle un peso, porque entonces él y sus amiguitos se convierten en tus sombra. El otro día se me acercó uno en Somoto y me dijo:
- Chele, dame un peso.
- No tengo. –Le dije.
- Chele, dame un peso. (así repetido cinco o seis veces).
Lo ignoré y seguí andando, pero el chaval me perseguía. Cuando me volvió a pedir un peso le dije.
- Dame tú a mí un peso. Venga, dame un peso.
La respuesta lo dejó descolocado y me dejó en paz.

Con lo que estaba; bajé del autobús y me dispuse a coger un taxi. La ventaja de coger un taxi, es que, además de ser barato (porque te ahorras una caminata de más de una hora por un euro), es que te llevan exactamente a donde quieres ir. Porque yo, por mí mismo no sería capaz. Yo iba a “De donde era la Vicky” (que sabe dios lo que era), dos cuadras al sur, una arriba y dos al sur. (¿Os conté que hay una dirección que es “De donde era el arbolito”?). Entonces, ya dije que había que regatear y que normalmente si te ven chele, te intentan cobrar de más. El truco consiste en hacerte el desinteresado, como que no tienes prisa y no te importa parar a otro taxi para comparar precios, y antes de poner un pie en el coche, preguntarle cuanto te cobra. De lo que te diga, le restas una media de 5 ó 10 pesos y le dices que le das eso. Normalmente cuela, pero creo que es porque esos 5 ó 10 pesos ya se los suben contando con que tú se los bajes.

Yo me acerqué a un taxista y le pregunté cuanto me cobraba. Me dijo 35 (que no es mal precio porque queda lejísimos). Yo acepté y me dijo que me fuera sentado en el taxi. El tipo cogió y se fue a a ver la televisión a la estación de bus, a la espera de que más gente le solicitase un viaje aprovechando así para hacer varios juntos. Media hora después, cuando ya tenía suficiente gente y yo ya estaba medio mosqueado, se me acerca otro taxista (es que son una cooperativa) y me dice: “¿Ya preguntó el precio?”. Y yo le dije “35”. Mientras él ponía cara de “Mecachis…”. Si no hubiese preguntado me diría que eran 45. Cuando ya éramos 5 pasajeros, se puso en camino.

Al llegar a Amigos de la Tierra me estaba esperando uno de los chicos que trabajan allí. Me dijo que era el cumpleaños de Ofelia (la mujer de Guille), así que estaba previsto salir a tomar algo esa misma noche. Fuimos de nuevo al mismo restaurante al aire libre que la última vez; El Mirador de Tiscapa. Éramos Guille,Ofelia, yo, y toda la gente que trabaja en la oficina. Esta vez sí que pude llevar la cámara para sacar algunas fotos, aunque son un poco desastrosas, porque estaba muy oscuro. Os aseguro que el Photoshop hace maravillas, porque antes no se veía nada.

Como era jueves no había mucho movimiento pero sí que había orquesta en vivo. Todos salieron a bailar a la pista de baile. En principio la representación española se abstuvo (Guille, Marcel y yo), pero finalmente, Marcel y yo nos decidimos a hacer un poco el ridículo. No sé si se podría definir como bailar lo que hicimos, pero nos lo pasamos bien.

Yo quería algo más potente...

Como decía un profesor de mi facultad: la información es poder. Lo malo de la información es que en casos puntuales se convierte en un arma de doble filo, porque descubres cosas que quizás hubiese sido mejor desconocer. Desde que enfermé me he dedicado a informarme sobre la amibiasis y ahora estoy hecho un experto. El problema es que, como ya dije, hay cosas que habría sido mejor no leer. Es una enfermedad simple, una infección, pero si tienes un poco de mala suerte y no la tratas a tiempo hasta se puede convertir en mortal. Por lo tanto, estoy medio acojonadillo, noto dolores por todos sitios y me asusto por cualquier sensación anormal. Me estoy volviendo hipocondríaco perdido.

Mi médico me recetó un antibiótico, y me he puesto a investigar sobre él en Internet. Resulta que existe otro antibiótico más indicado para la amibiasis que el que estoy tomando en estos momentos. Y yo me pregunto… ¿por qué no me lo recetó?. Creo que a estas alturas ya sé yo más sobre amibiasis que el propio médico; podría hacer una tesis sobre el tema. Estoy pensando que esta noche volveré a junto de él para “convencerlo” de que me lo recete. Esta situación me recuerda a una escena de la película “El Club de la Lucha”, en la que el protagonista (Eduard Norton) iba a junto el médico para convencerlo de que le recetase un somnífero y se los iba recitando todos de memoria. Yo iré y le diré; “buenas noches, doctor, perdone las molestias, es que estaba pensando que quizás me convendría tomarme Metronidazol 750 en vez de Citrofoxacina 500”. El miedo que tengo es que al tipo le parezca mal que ponga en duda sus decisiones. Hay que arriesgar. Me gustaría tomarlo aunque sólo fuese para estar un poquito más tranquilo.

Pensándolo mejor, esperaré a que termine el tratamiento con el que estoy ahora; a ver que pasa…

miércoles, marzo 15, 2006

Más pastis

Anoche hubo suerte y pillé al doctor Ordóñez en casa. Acordamos que habría que optar por algo más potente, así que me recetó unos antibióticos. Me dijo que mis males eran resultado de la maldición del Cacique de Irinagen. Esto del cacique, no tiene nada que ver con el ron (como estará pensando en estos momentos alguno que yo sé), sino que es una leyenda nica. Cuando los españoles conquistaron estas tierras mataron a toda una población (la de Iriangen), y su líder (el Cacique), les maldijo, de modo que todos los que llegasen aquí sufrirían enfermedades. Y yo, como español, sigo sufriendo la maldición. Es curioso, salgo de Galicia, justo cuando nos libramos de la maldición del Cacique de Fraga y ahora me toca la del Cacique de Iriangen.

El médico también me comentó que tenía que mantener una dieta suave, sobre todo a base de comidas cocidas, para no forzar mucho la hernia de hiato. Eso ya lo llevo haciendo unas cuantas semanas. Como en este pueblo resultaba imposible comer suave en ningún restaurante, Freddy y yo decidimos comprarnos una cocinita de dos hornillos, una bombona de butano, una cacerola y una sartén. Montamos nuestro restaurante improvisado en un cuarto del CIDeS que tenía un pequeño fregadero. Por tanto, ahora me dedico a hacer famosa en este pueblo la cocina española al estilo estudiante. Las tortillas de patatas son todo un éxito. La variedad también resulta un poco limitada, porque en el supermercado Palí hay poca cosa, pero siempre se puede recurrir a la pasta.

Ahora sólo me queda tomarme mis pastillas durante 5 días y esperar a ver qué pasa. Como esto no lo solucione, esta enfermedad va a acabar con mi salud y con mi bolsillo, porque, así a lo tonto, ya llevo gastados en medicinas casi 200€. Por lo menos no gasto nada en el médico. El primer día que fui a junto de él, me acompañó Fofo el del CIDeS. Supongo que no quiso cobrarme la consulta porque ellos eran conocidos, pero desde aquella no me ha cobrado. No todo iba a ser mala suerte, no?

martes, marzo 14, 2006

El foso de los cocodrilos

Por Somoto no hay gran cosa que hacer, pero a pesar de eso, los días pasan rápidamente. Lo malo, es que casi todos ellos son iguales. Para Freddy y para mí la vida transcurre entre el CIDeS y el restaurante “Antojitos Bambi”, donde solemos ir a comer cada día el mismo plato de gallopinto o de carne estofada (en el caso de la carne estofada, decir “el mismo plato” no es una recurrencia lingüística). Tras semana y media manteniendo el mismo menú, yo ya empezaba a estar un poco harto de comer siempre lo mismo, pero optaba por la resignación y el apetito para afrontar un nuevo almuerzo. Los problemas llegaron cuando, un día, empezó a fallar el apetito. Yo lo achaqué a la monotonía de la comida, así que no le di mayor importancia. Pero es que la cosa iba a peor, y cada vez tenía menos ganas de comer. Un par de días después, llegaron las náuseas, y mi alimentación se hizo totalmente imposible.

Esto pasó un viernes, y Freddy, mi compañero, se fue para su casa en Managua, quedándome yo en Somoto. A pesar de que ya dije que los días pasan despacio, estos días se hicieron largos, muy largos. Como se suele decir, “más largos que un día sin pan” (expresión que se adapta perfectamente al caso). A medida que pasaban las horas, me sentía cada vez peor, hasta llegar a la situación en la cual, no podía ni beber, porque simplemente meter agua en la boca me hacía vomitar. Las náuseas son, para mí, una de las peores sensaciones que hay. Es un sufrimiento continuo que no te abandona. Definitivamente, prefiero los vómitos, porque un vómito te hace sentir bien cuando acabas, te libera. Estaba hecho polvo, me sentía cansado y muy desmoralizado.

En otros post anteriores ya dije que ya había sufrido variedad de enfermedades estomacales, así que la situación no me resultaba extraña. Pero esta vez, era distinto. Encontrarse en un ambiente extraño, a unos 10.000 km de tu casa (más o menos), y no tener alguien que te haga compañía en estos momentos, te hace sentir todavía peor. Me acordé de mi familia, de mis amigos, de toda la gente que conozco y hasta de Rosalía de Castro (“Adeus ríos, adeus fontes, adeus regatos pequenos, adeus terra dos meus ollos, non sei cando nos veremos…”). Ahora sí se lo que es la morriña.

Pasé dos días tirado en cama prácticamente sin moverme. Desde el viernes que se fue Freddy hasta el domingo. Decidí entonces que debía ir a un médico o algo parecido. Bueno, en realidad ya lo había decidido el viernes, pero no me encontraba con las suficientes fuerzas para ir, y al principio tenía la esperanza de que fuera mal de un día.

Encontré una farmacia en la que atendía un médico, así que me dirigí a ella con la esperanza de que me hiciese un pequeño diagnóstico. La verdad es que resultó ser un tipo bastante incompetente. Al comentarle los síntomas, así a la brava, me recetó unos antibióticos, y me dijo: “tómate una pastilla y ya verás como mañana ya estás mejor”. Fue todo lo contrario. Al día siguiente tenía el estómago destrozado.

Uno de los chicos que trabaja en el CIDeS se ofreció a llevarme al hospital para que allí pudiesen hacer un diagnóstico más profesional.
Los hospitales aquí son bastante precarios, y sólo entrar en uno te invade el miedo. Ves niños llorando por todas partes. Me atendieron sorprendentemente pronto. Yo creo que fue porque Fofo, el que me llevó, es un tipo de contactos dentro del pueblo.

La imagen de médico me resultó a la vez simpática e inquietante. Era el vivo retrato del médico mexicano de los Simpson. Resultó ser todo lo contrario que el médico de la farmacia, un tipo bastante competente. Estuvimos charlando un rato sobre mis problemas anteriores de estómago y me oscultó durante un buen rato. Llegó a la conclusión de que mis problemas actuales se debían a la hernia de hiato que tengo en la boca del estómago desde hace tiempo. Como resultado de ingerir comida con mucho condimento, grasienta y pesada, día tras día, esta hernia habría provocado todos mis malestares. Me recetó un estimulador de la motivilidad gátrica, un protector estomacal, un restaurador de la flora intestinal y unas pastillas contra los gases estomacales. Gracias a todos estos medicamentos volví a tener apetito y pude comer. Aunque a pesar de todo, seguía sin encontrarme en perfectas condiciones.

La semi-recuperación no fue gratuita. Y es que los medicamentos en Nicaragua son un auténtico artículo de lujo. Todo lo que me recetó el médico para tomar a lo largo de dos semanas me costó 814 córdobas (40,70€). Teniendo en cuenta que un campesino puede ganar entorno a 100€ al mes, son, todavía, más artículo de lujo. Lo más curioso de todo es que ni tan siquiera compras una caja de pastillas, las pastillas se dispensan por unidades y te las dan en una bolsita de plástico. Por una parte, es una buena idea, porque no gastas más dinero que en las pastillas que vas a consumir, y por otra, nadie tiene, como todos nosotros en nuestras casas, un arsenal químico de restos de medicamentos. Por otra lado, no te ofrecen el prospecto, así que te tienes que fiar de lo que te haya dicho el médico. Si eres como yo, de los que nos gusta releernos el prospecto ochenta y cinco veces hasta que nos lo aprendemos de memoria, da bastante rabia.

Aquí, la seguridad social, es muy, muy limitada, y sólo se atienden casos de urgencia. Los medicamentos hay que pagarlos al completo y si el médico te hace una cura, por ejemplo, tienes que pagarle las gasas y el betadine. Yo no conozco ningún caso, pero estoy bien seguro de que hay gente que se ha muerto por no poder costear las medicinas que le hacían falta.




Mis compañeros del CIDeS juegan en el equipo de fútbol de Somoto. Este pueblo es la capital departamental del municipio de Madriz (está bien escrito). Por tanto, este equipo se llama “Real Madriz”. Además de eso, visten de blanco, y su estadio se llama “Santiago”. Todo pura coincidencia.

El domingo que terminaba la liga (aquí está empezando el verano), yo estaba dispuesto a ir a ver al estadio el último partido. En el pueblo había una gran expectación y casi todos irían al estadio. El Real Madriz jugaba contra Bluefields.

Bluefields es una localidad de la Costa Atlántica de Nicaragua, el Caribe. Un día hablaré un poco más de las partes que componen Nicaragua, pero intentaré hacer un breve resumen de la situación de la Costa Atlántica. Nicaragua cuenta con unos 6.000.000 de habitantes. Las poblaciones de mayor importancia, y el grueso de la población del país, se encuentra concentrada en la mitad oeste del territorio. La otra mitad alberga entorno al 20% de la población. Los accesos a esta zona son muy complicados, no hay carreteras asfaltadas, y los viajes pueden demorarse días. Existen un par de poblaciones grandes, pero casi todo son comunidades indígenas en las que la más representativa es la de los Miskitos. Los españoles intentaron colonizar esta zona en el siglo XVII, pero no lo consiguieron por los métodos convencionales (con las armas), así que recurrieron al armamento pesado (los curas). Los Myskitos se los cargaron a todos. Luego llegaron los ingleses, que fueron más efectivos y colonizaron la región (ya disponían de armas de fuego, aunque dicen que la introducción de las bebidas alcohólicas fue un factor decisivo para alcanzar la dominación). Consecuentemente, en esta parte del país se habla inglés. También se cuenta la historia de que en el siglo XVII, un barco portugués lleno de esclavos procedentes de África encalló en el norte de la costa, por lo que los habitantes son de raza negra y generalmente altos, al contrario que el típico nicaragüense, que es morenito y chaparrito. Las marcadas diferencias culturales, religiosas, de raza y de lengua, hacen que esta zona sea habitualmente excluida del resto del país. Ni tan siquiera en época de elecciones les prestan mucha atención. Se podría decir que son bastante ignorados. Creo que fue a principios de los 80 cuando se rodó aquí una película que quizás conozcáis. Se llama La Costa de los Mosquitos, en la que Harrison Ford hacía de un hombre que, cansado de su vida moderna, llevaba a su familia a esta zona paradisíaca para montar una fábrica de hielo.

Todo este rollo venía a que yo tenía previsto ir al partido contra Bluefields, pero no pudo ser. Una diarrea galopante tras una semana de recuperación me impedía alejarme a más de 100 metros de un water. Además, podía comer, pero sufría náuseas de vez en cuando. Al ver que la cosa no iba a mejor, decidí volver al hospital para que me volviese a ver el médico. El problema fue que allí no estaba el médico que me atendió la otra vez, sino que en su lugar estaba un médico cubano. Esto de los médicos cubanos y los nicas estudiados en Europa del este es una vieja historia de comunistas que otro día contaré. Le conté mi situación y mis antecedentes al doctor, y éste, con pesar, me dijo: “quizás tu problema necesite cirugía”. Creo que el interpretó rápidamente lo que decía mi cara, y arregló el tema diciendo; “pero no te preocupes, que los médicos nicaragüenses son de los mejores, hasta viene gente de Honduras a operarse aquí”. Yo pensé para mí “sí claro, ya me dejas de lo más tranquilo, como la gente de Honduras se viene a operar aquí, si tengo que escoger entre Houston y Somoto, pues me operaré en Somoto…”. De todos modos, me dijo, debería consultar previamente a un especialista, así que me dio la dirección de un cirujano del pueblo.

Para allí fui yo a las 8 de la noche, pensando por el camino cuanto me costaría el billete de vuelta para mi casa.
El nuevo médico, el doctor Ordoñez (el número 4), me dejó gratamente impresionado. Un hombre serio y aparentemente con grandes conocimientos. Me recomendó que dejase pasar unos días para ver como evolucionaba, me tomara unas pastillas antidiarréicas, y volviese en unos días para contarle como me encontraba. Achacó mis problemas a mi hernia de hiato y a lo que se llama “la diarrea del viajero”. Es una diarrea de sintomatología leve que afecta a un 50% de los habitantes del primer mundo que visitan los países tropicales. Se debe a la mala calidad de las agua que aquí se consume, pues contienen mayor cantidad de microorganismos, a los que no estamos acostumbrados.

Le hice caso y dejé transcurrir unos días para que la naturaleza hiciese su trabajo, pero la cosa no iba a mejor. El peor día fue en el que fui al water y me encontré con unas gotitas de sangre. Cuando me levanté y vi unas pintitas rojas en las heces casi me caigo de culo. Pensé que mi sentencia de muerte estaba firmada y solo me quedaba volver a casa para estar con lo míos. Quizás así contado parezca que exagero un poco, pero es que hay que verse en la situación, porque no es lo mismo que te pase esto en casa que a medio mundo de distancia.

Corrí desesperado de nuevo a junto el doctor Ordoñez. Sabiamente, me dijo, que antes de imaginarse cosas extrañas hay que contar con toda la información que esté al alcance de nuestra mano. Así pues, me mandó hacer un examen de heces y otro de orina. Fui a un laboratorio a solicitar un par de tarritos para muestras y una paletilla. Yo me esperaba encontrar con el típico tarrito transparente de tapita roja para muestras. En cambio, me encontré con un par de botes de cristal de potitos para bebé. El tiempo se me hizo muy largo hasta que me entraron las ganas de ir al baño. Estuve dándole vueltas a tema, pensando como haría para poder depositar mis “desechos” en el tarrito, que, además de ser pequeño, tenía una pequeña boca que pondría a prueba mi puntería. La estrategia elegida fue hacerlo en una bolsa y de ahí, con la paleta al tarrito. Un poco humillante, pero efectivo.

En cuanto tuve la muestra me fui pitando al laboratorio. Al cabo de una hora ya tenían los resultados: estaba infectado con una entomoeba histolytica. Es una ameba que coloniza el aparato digestivo, volviéndose un parásito. Se adhiere a las paredes del estómago y el intestino absorbiendo nutrientes. Se transmite por medio de la comida o el agua que ha estado en contacto con residuos de otros animales. Los quistes son la forma de resistencia de este parásito hasta que encuentran condiciones ambientales adecuadas para su desarrollo, son unas pequeñas cápsulas invisibles que depositan los animales contaminados en sus heces. Estos quistes resisten las condiciones ambientales hasta que tienen la oportunidad de entrar en contacto con otro alimento, por medio del contacto directo o siendo transportados por el aire. Cuando los alimentos o agua contaminados son ingeridos por un consumidor poco precavido (como yo), se repite el ciclo, produciendo vómitos, diarreas, cansancio, pérdida de peso, y una especie de moco y sangre en las heces. En teoría, con un poco de artillería química este bicho debería de salir de dentro de mí.

Me tomé religiosamente las 6 pastillas que mi médico me recomendó para eliminarla. Desde que me empecé a encontrar mal ha pasado un mes, desde que me tomé estas pastillas han pasado dos semanas, y todavía sigo sufriendo los síntomas, perdiendo peso y con un continuo malestar. Hoy mismo he decidido volver a hacerme unos nuevos análisis, para ver si me la había quitado de encima, o por el contrario era verdadera la hipótesis que estaba empezando a barajar, de que me estaba volviendo hipocondríaco perdido y todos mis males eran fruto de mi mente.

El resultado fue que por lo de ahora no soy hipocondríaco y las amebas siguen a sus anchas dentro de mí. De hecho, estoy peor que la otra vez, y ahora, a parte de tenerlas, tengo una infección en el intestino. Esta noche volveré al médico e intentaré que me recete el matamebas más potente que conozca.

Estoy de muy mal humor, bastante desanimado, tengo constantes molestias, y a día de hoy (14 de marzo), debo pesar unos 8 kilos menos que cuando llegué a Nicaragua, aunque no lo sé exactamente, prefiero no pesarme. Tengo tan poca grasa que siento los huesos del culo al sentarme. Esta se supone que sería una gran experiencia, y poco a poco se está convirtiendo en mi peor pesadilla. Me he planteado varias veces volver a mi casa, pero he pensado que la enfermedad seguirá conmigo, tanto aquí, como ahí, y posiblemente en Nicaragua sabrán tratar mejor un malestar que en España no existe. Una última razón para no volver es que tendría que comprar el billete a España, y curiosamente, el billete de ida, vale sólo 100€ menos que el de ida y vuelta.

Pienso que este es un buen momento para recordar un cuento que leí en algún sitio, que a mi parecer se adapta bastante bien a la situación y a todos esos momentos en los que pienso que habría estado mejor quedarme en casa viendo la tele mientras me como un bocata de chorizo:

Había una vez un rey que tenía un castillo. Como su territorio vivía constantemente acosado por invasores, decidió proteger su residencia con unas impenetrables murallas y un foso con cocodrilos hambrientos. Tras años de conflictos, las guerras cesaron. El rey se aburría mucho en su magnífica fortaleza, así que, para entretenerse, convocó al pueblo al otro lado de la gran muralla, y les dijo:
- Estimados súbditos: ya que estamos en una época de tranquilidad y prosperidad, he decidido hacer un concurso. Consistirá en que, el hombre que consiga atravesar el foso de las fieras y ascienda por el muro, llegando hasta el balcón donde me encuentro con mi familia, recibirá un generoso premio. Podrá optar entre recibir su propio peso en oro, o en tener una vida colmada de placeres casándose con mi hija, la princesa.
Prácticamente no había terminado de hablar, cuando la muchedumbre, asustada, vio como un campesino luchaba ferozmente con los cocodrilos y subía como una exhalación por la muralla hasta llegar a la par del rey.
- Oh!!, qué súbdito más valiente –exclamó el rey-. Has ganado la apuesta. Ahora dime, muchacho, ¿por qué optas? ¿Por obtener tu propio peso en oro o por casarte con mi maravillosa hija la princesa?.
- Me disculpará usted, mi majestad – contestó el hombre-. Yo tengo otra petición. Únicamente me gustaría saber ¿quién fue el idiota que me empujó?.


Este tipo de experiencias son a la vez el idiota y el rey; porque ofrecen el potencial de obtener emocionantes vivencias, pero su desarrollo es un proceso duro en el que puedes encontrarte con problemas que desgasten tu entusiasmo y te hagan sentir como en el foso de los cocodrilos. Pero, es eso consiste la vida, los cocodrilos son el riesgo, y sin riesgo no hay emoción, y cuando no hay emoción: ¿para qué vivir?.

Esto es lo que puedo contaros por ahora de mi enfermedad. Espero que las próximas noticias sean buenas.

miércoles, marzo 08, 2006

La comida

Quizás penséis que soy un poco pesado con el tema de la comida, pero para mí es un tema prioritario en la vida. Desde hace unos años he sufrido en mis carnes variedad de enfermedades referentes al aparato digestivo que han dejado huella en mi subconsciente: es inevitable que le preste atención.
Cuando llegué a casa de Guille, la primera semana aquí, pensaba “qué maravillosa es la comida nicaragüense”, pero resultó que lo que se comía en esta casa no era un ejemplo representativo de este país. No en todos los hogares hay un libro de cocina Macrobiótica.
La primera imagen que aparece en mi mente cuando pienso en comida nicaragüense es un plato de arroz con frijoles. Quizás no sepáis muy bien como son los frijoles. Son una especie de haba pequeñita de color granate. Pura proteina vegetal. Y el arroz, el de toda la vida.
Cuando llegué a Somoto me encontré con la triste realidad, ya que aquí teníamos que comer en los restaurantes. Al tercer día empecé a darme cuenta de que el menú era bastante invariable. Consiste, básicamente, día tras día, en cuatro platos:
-Arroz con frijoles (Gallopinto)
- Carne estofada (o triturada, según lo que sobre del día anterior; como en España)
-Pollo frito
-Ensalda de repollo empapada en vinagre

De beber:
- Frescos (zumos de frutas como cacao, maracuya, naranja, etc, rebajados con muchísima agua, con medio kilo de azúcar y mucho hielo)
- Gaseosa (Para ellos todas las bebidas con gas son todas gaseosas. La Fanta, por ejemplo, es gaseosa de naranja, o la Mirinda, que aquí todavía existe). Las botellas de los refrescos son enormes, de 12 onzas, 354ml.
- Jugos (Zumos enlatados que tienen poco de zumo. Calculo que tienen aproximadamente un 97% de azúcar. Si les quitas el agua te queda un bloque de azúcar. Son como el caramelo que le echa mi madre a las natillas. Después de beberte una lata de esto te queda una película blanca recubriendo el paladar y la lengua. Eso suponiendo que seas capaz de acabártelo antes de que te dé un ataque diabético.)
- Café. Mucho más suave y dulce que el de España. Siempre se bebe solo. A mí me gusta. Está bueno.
- Las infusiones. No son para tomar con la comida, pero las menciono porque me hace gracia cómo se preparan. Se preparan a lo bestia. Metiendo la rama de manzanilla en agua caliente. Ahí va la foto.

Tengo que puntualizar que a los nicas les encantan los sabores dulces (le echan a todo mucho, mucho azúcar) y los sabores fuertes, como el chile o la fruta verde con sal. Un denominador común para la gastronomía del país es el alto nivel de condimentación que utilizan en sus platos. Todo lleva un poquito de chile, o tabasco o alguna salsa de tomate.

A parte de los platos principales se sirve el bastimento, que es un plato de pequeño tamaño que sirve para acompañar. Pueden ponerlo en un platillo a parte o en el mismo plato. Suele ser:
- Una torta hecha de harina de maíz y agua a modo de filloa. Totalmente insípida. Es lo típico.
- Una ensalada de repollo con una crema de mantequilla y trocitos de tomate.
- Plátano frito en rodajas finas.
- Plátano maduro frito en tacos grandes (muy, muy dulce)
- Cuajada amarga
- Queso amargo (muy fuerte)
- Queso frito
- Alguna salsa.

Quizás penséis que exagero al decir que hay poca variedad, pero tenéis que pensar que estos platos que he expuesto no son sólo los del almuerzo, también se utilizan para el desayuno y para la cena. La excepción es que para desayunar no hay carne. A cambio te puedes encontrar con huevos revueltos.

La carne se suele tomar estofada acompañada de algunas verduras (zanahorias y chayote, una especie de calabaza que no sé como se llamará en España). También nos podemos encontrar con el pastel de carne. Quizás no sepa mal, pero para mí, solo la idea de mezclar en el mismo concepto la palabra “pastel” y la palabra “carne” me revuelve el estómago. También es habitual la carne asada que fríen en la misma calle.La carne más común es la de pollo. Para la carne de pollo sólo tengo alabanzas, porque realmente tiene un buen sabor. La de España es totalmente insípida, al contrario que la de aquí. Luego tienen carne de res, que es menos habitual y mucho más cotizada. El bistec que yo más he visto ha sido el jalapeño. Consiste en hacer un bistec bien tostadito con una salsa de cebolla por encima. Aquí os va una muestra. Por último está la carne de cerdo (chancho). Según me han comentado, este tipo de carne no es muy recomendable, sobre todo si la compras en mercados (o la comes en restaurantes, que la traen de mercados), ya que es habitual criar al cerdo atado a un árbol de la misma calle. Allí, el animalito come de todo lo que se le pone al alcance de la boca, incluso residuos orgánicos animales (qué forma más sutil de decir caca, ¿verdad?)

Los frijoles son realmente el elemento estrella. Pueden ir solos y en puré, pero que no os engañe la vista. Siguen siendo sólo frijoles. A veces para acompañarlos se sirve en el plato un poco de crema de leche amarga, que se revuelve con los frijoles. Esta combinación resulta bastante pesada, y estómagos delicados como el mío no lo agradecen en absoluto.

Para solventar la poca diversidad de comidas, a veces se hacen combinaciones de los platos principales. Nos encontramos así con las repochetas, que son las tortas de maíz con queso bravo o cuajada derretida dentro, cubiertas de crema de mantequilla y ensalada de repollo. O las enchiladas, que en vez de llevar queso dentro llevan carne triturada.

Me gustaría destacar que en este país es muy difícil encontrar muchos alimentos que en España consideramos básicos, como el pan, la leche y el pescado. En Nicaragua casi no hay panaderías, y en el caso de que las haya casi no venden barras de pan. Lo que más venden es pan de molde, pan dulce y pan francés (baguets). Por otro lado, la leche no se suele vender en las tiendas de barrio. En algunas sí, pero es leche natural, de la vaca del tendero. Sólo puede encontrarse leche envasada en los supermercados, y normalmente pasteurizada (en bolsas). En tetrabrick nadie la compra, entre otras cosas porque es carísima. Vale entorno a 1,5€ el litro. Una posible razón para que haya tan poca leche es que las vacas de aquí no producen tanta como las de allá. Esto es debido a que los pastos de aquí son del tipo C4 y los de Europa son C3. Los C3 son más digeribles por el estómago del animal. Por eso las nuestras son más gorditas, y dan más leche. Con respecto al pescado, puedo deciros desde que llegué aquí he comido sólo una vez una cosa que me dijeron que era pescado, pero yo tengo mis dudas. Dicen que en la costa del pacífico hay barcos de pescadores que llegan cargados de peces. A mí que me expliquen a dónde va a parar, porque yo no lo veo por ningún lado. Existe la leyenda urbana de que hay un restaurante en Somoto donde te pueden servir pescado. Es puro mito, porque yo he ido a ver la carta y por allí no aparece.
Las patatas son bastante escasas y caras. Que no os engañe la foto de más arriba donde aparecen unas patatas fritas. Supongo que son caras por ser escasas. Hubo una campaña de información en el país en la que el gobierno intentaba incentivar a la población a que comiese patatas (papas), y hasta mandaron a un cantante famoso que hiciera una canción sobre la patata, pero parece ser que no funcionó. Este alimento no está arraigado en la cultura. Lo de esta gente es comer arroz. Comen tanto arroz que, a pesar de que su es un país eminentemente agrícola, tienen que importarlo, porque el que cultivan ellos no les llega.

En el caso de que nos centremos en el ámbito rural la cosa empeora. Esta gente desayuna gallopinto, almuerza gallopinto y cena gallopinto. Y siempre con café.

Como digo de vez en cuando, si esto lo lee un nicaragüense, que disculpe mi exposición si parece ofensiva, pero es la opinión de alguien que está acostumbrado a algo totalmente distinto.

Primeros días en Somoto

Freddy ya había pasado la semana pasada en Somoto. Su trabajo consistía en pasar de lunes a jueves aquí e irse los fines de semana a Managua, porque allí tiene su familia. Por lo tanto, ya sabía donde podíamos dormir. Una opción era el Hotel Panamericano, donde podríamos tener una buena cama y televisión por cable por 80 córdobas a día. No es que sea un mal precio (4€), pero para vivir resulta caro. La segunda opción era una especie de escuela. Esa escuela cuenta con cuartos donde alojan a gente de aldeas durante unos días para darles capacitaciones sobre diferentes materias. Fuimos allí a solicitar acogida. La gerente se hizo la generosa, y del precio inicial de 60 córdobas, nos lo dejó en 40. El cuarto no estaba mal. Era una habitación llena de literas y un baño. En el baño, como pasa en todos los sitios que yo he visto, no hay agua caliente. No es que naturalmente esté muy fría, pero ducharse a las 5 de la mañana da un poco de reparo. La verdad es que no hay un mejor sistema para ahorrar gas y agua. Gas, porque ya no lo usas, y agua, porque sales pitando de la ducha. A veces disponen de un sistema simple que consiste es una resistencia eléctrica en la alcachofa que calienta un poquito el agua. Pero yo paso de usarla. Prefiero ducharme frío que frito.

Un par de días después, Fofo (Luis Alfonso), el director del CIDeS, nos dijo que había una habitación llena de trastos en el edificio de las oficinas, y si conseguíamos un par de colchones, podríamos instalarnos allí gratuitamente. También existía un baño (aunque medio destartalado). Tras dos días de trabajo conseguimos adecentar un poco el lugar y nos cambiamos de residencia. Freddy me preguntó; “¿qué te parece?”, y yo le respondí: “barato”. Cuando tuvimos todo adecentado, tras haber limpiado, comprado unas sábanas y matado media docena de cucarachas, Freddy me dijo algo que no se me olvidará: “Oie maje (maje es “tío”): vos porque sos del primer mundo y no te das cuenta, pero esta habitasión está de averga (averga es “cojonuda”)”. Pues eso, teníamos una habitación de averga. Las cosas iban bien.

Los primeros días los pasamos relacionándonos con la gente del CIDeS y conociendo un poco la zona donde íbamos a trabajar.
La primera salida la hicimos a una aldea de la montaña (aquí les llaman comunidades). Tras una hora de viaje en todoterreno por caminos intransitables, llenos de piedras y al borde de barrancos, llegamos a un pueblecito llamado el Apante. No os podéis ni imaginar lo mal que están estos caminos. Por ellos ni tan siquiera se puede circular en bicicleta.

Los pueblos de la montaña son un mundo aparte de la ciudad de Somoto. Esta gente acumula un retraso de unos 60 o 70 años con el resto de la humanidad. No hay agua ni electricidad. Las casas suelen ser de de barro sujetado por unas estacas de madera. Alguna gente sabe leer y escribir, pero el nivel cultural es muy, muy bajo. Ante cualquier urgencia es imposible llegar desde aquí a algún lugar civilizado en menos de una hora, y eso, suponiendo que cuentas con un buen todoterreno. La gente se desplaza a Somoto andando o en burro, y el viaje, fácilmente, puede llevarle todo el día. Sus habitantes tienen la característica de se personas muy humildes y bastante tímidas. Se puede decir que ellos están hechos de otra pasta. Yo no aguantaría vivo aquí ni una semana.

Nosotros fuimos a la aldea para ofrecer una capacitación de manejo de café. Aquí os dejo unas fotografías en las que se ve a la gente de la montaña recibiendo clase. La próxima vez que toméis café, pensad que quizás, ha sido cultivado por estas personas. Otros días subimos a las aldeas a hacer capacitaciones sobre manejo de patatas y de frutales (cacao, cítricos, etc).

La siguiente salida propuesta fue al cañón de Somoto. Hace un par de años un equipo de geólogos checos visitó esta zona del país para realizar un estudio tectónico. Para su sorpresa, parece ser que se encontraron una formación geológica única en el mundo; un cañón formado a partir de una grieta de un terremoto y horadada por una erupción volcánica. Éste era un lugar al que los paisanos nunca le habían dado demasiada importancia, pero desde que se hizo el estudio es un lugar de visita obligada. Volvimos a coger el todoterreno para ir al lugar, ya que su situación es un bastante recóndita. Nunca pensé que un Land Rover con cinco personas dentro podría atravesar un río con piedras en el fondo que son como pelotas de fútbol. De camino hicimos una parada junto a un viñedo en el que estaba el propietario vendimiando. Charlando con él, me comentó que su viña daba tres cosechas a año, una cada cuatro meses. Además, daba unas uvas gigantescas. Aquí os dejo una foto para que las veáis sobre mi mano. Tened en cuenta que mi mano, también es grande.

Un par de kilómetros antes de llegar al cañón tuvimos un percance. Al cruzar el cauce de un río seco, el conductor llevó el todoterreno sobre una zona en la que la arena era profunda. Allí embarrancó. Era el cauce de un río que en verano se seca. No había forma humana de sacarlo. Tres niños de la zona nos miraban como, desesperados, intentábamos mover el coche. Así estuvimos unas cuatro horas. Ahora sé lo que siente Carlos Sainz en el París-Dakar. Embarrancamos a las 9. A la 1 del mediodía, tras mucho esfuerzo, lo sacamos. Yo ya estaba calculando cual era el asiento más cómodo para dormir esa noche. Al final, no teníamos ni tiempo ni ganas de ir a cañón, así que volvimos a Somoto.

sábado, marzo 04, 2006

Cómo es Somoto

Somoto es un pueblo de unos 16.000 habitantes del norte de Nicaragua. La zona donde se sitúa es eminentemente árida, así que este lugar, en pleno verano (En Marzo), es poco menos que desértico.

Si fuese necesario definir Somoto con tres palabras, esas serían: polvo, sol y tranquilidad.
Es un sitio soleado. Desde que yo llegué (va a hacer un mes) aquí jamás ha llovido. La temperatura suele ser siempre agradable. Sólo hace calor excesivo a mediodía, pero el resto del tiempo, incluso en la noche, hace una temperatura ideal. Aquí todo el mundo usa una visera o un gorro de cowboy, porque el sol es como la saraiba en Galicia, que parece que no moja, pero empapa, y aquí el sol, parece que no quema, pero abrasa.


El polvo es omnipresente. Sólo las calles principales están adoquinadas (el adoquín es más resistente que el asfalto). Las otras son de tierra con muchas piedras. Por tanto, hay polvo por todos lados. En la ciudad hay varios limpiabotas, y todos tienen trabajo.
Otra característica relevante es la tranquilidad. El pueblo es tranquilo, muy tranquilo. Pero no por el hecho de que no haya gente en la calle, que sí que la hay. Lo que pasa es que la gente anda despacio, con calma. Es raro ver a alguien gritar y nunca se produce demasiado alboroto. Algo que me llama mucho la atención y que forma parte de la cultura Nica es la costumbre de sentarse en una esquina sin más. Sobre todo, a última hora de la tarde es habitual ver a gente sentada en los bordillos de las aceras o apoyados contra una pared. Vosotros pensaréis que esto no tiene nada de particular, que se hace en todos los sitios, pero es que aquí es más que una costumbre, es una forma de vida. Es común que las calles estén llenas de gente sentada en grupos o simplemente dejando el tiempo pasar.

Las casas aquí, como no, son de una sola planta. Suelen ser casas con aspecto antiguo (aunque sean nuevas), pintadas de diversos colores. Sus paredes son aprovechadas en la mayoría de los casos para dibujar anuncios. El primer puesto del ranking se lo lleva Coca-cola. En segundo lugar están los partidos políticos (que aquí hacen campaña publicitaria de forma permanente), y en tercer lugar, e irrumpiendo con fuerza, en busca del primer puesto: Movistar. En este pueblo hay anuncios por todas partes.

Los medios de locomoción preferidos son la bicicleta, el burro y la motocicleta de montaña, por este orden. Casi todo el mundo se desplaza en bicicleta. La ciudad es bastante grande y de relieve plano, lo que la hace totalmente indicada para su uso. Luego están los caballos, aunque también se ven bastantes burros. Los caballos son baratos: uno normalito que te lleve y que te traiga puedes sacarlo por 1000 pesos (50€). Las motos son el medio de locomoción preferido de la gente que ya tiene un poco más de dinero o tiene un trabajo cualificado. En el caso de los coches, son escasos, y los que hay suelen ser viejos y destartalados, de marcas irreconocibles (normalmente japonesas, como Datsun o Isuzu, por ejemplo). La gente que mueve un poco de dinero o tiene un negocio de mercancías tiene un todoterreno pick-up (con cajón en la parte de atrás), que ellos llaman camioneta. A veces se ve pasar un mustang rojo tuneado con llamas y lucecitas que parpadean por la calle central. Hace un contraste llamativo. Pertenece a un médico que se fue a USA a trabajar para comprar el mustang y luego volvió con él para presumir en su pueblo.

Por la calle los comercios invaden las calles. En un principio se limitan a poner artículos en la puerta, pero más tarde acaban vendiendo cosas en toda la acera. En todas las esquinas se vende de todo, pero lo que más abunda es la comida. Destaca la venta de fruta (mandarinas, piñas, sandías, jocochas, etc.). Los nicas tienen afición por la fruta verde tomada con sal. Para una persona que no esté acostumbrada no es recomendable. Existen frutos tan amargos, que en comparación, comerse un limón llega a parecer una anécdota. Las jocochas verdes son tan amargas que al comerlas crees que se te van a salir las glándulas salivares de la boca. También es habitual encontrarse en la calle las típicas fritangas, donde asan todo tipo de carnes acompañadas por plátanos o tortas de maíz. A parte de frutas y fritangas hay cualquier otro tipo de alimentos. Hay carros que venden plátanos, viejos que venden frescos (zumos con mucho, mucho azúcar rebajados con agua, servidos en una bolsa plástica atada, lista para que muerdas una esquina y chupes de ella), chicas que venden tortas…


Por Somoto corretean muchos niños, más de la mitad de los habitantes tienen menos de 15 años. La población aumenta a un ritmo vertiginoso. Y es normal, porque cada familia tiene una media de cinco hijos. Es raro que una persona de mi edad no tenga por lo menos un par de ellos. A estas alturas ya no me sorprende que me pregunten cuantos niños tengo.
No sé si debería hablar de esto, porque quizás algún nicaragüense que lo lea se puede sentir ofendido, pero en el fondo todos saben como son las cosas. Uno de los problemas principales de este país y también, como no, de este pueblo, es la desestructuración de las familias. Puedes encontrarte con un chico alardeando de haber dejado embarazada a una niña de 12 años. Es habitual ver niñas de 14 años embarazadas, y de 20 con tres o cuatro hijos. Es habitual que su marido no trabaje o deje abandonada a la mujer con 5 ó 6 hijos a su cargo. Puede pasar también que él sea alcohólico o ludópata. Es normal que los hombres tengan hijos con varias mujeres o que a ellas les atraigan los hombres casados. Están a la orden del día los malos tratos y las violaciones dentro del ámbito familiar. Al andar por la calle no es difícil ver a las 2 de la tarde a un hombre tirado en la acera, babeando mientras duerme, con una botella en la mano, o simplemente borracho andando sin rumbo de un lado a otro de la carretera. Oí hablar de un hombre que presumía de tener dos hijos con dos mujeres distintas, que coincidieron de parto, el mismo día en el mismo hospital. Allí, hablando entre ellas se dieron cuenta de que sus hijos eran del mismo padre. Este país es una mina para el "Diario de Patricia".

Por otra parte, está la religión. Ese es el contrapunto a tanto desorden sociológico. Los nicas se muestran absolutamente creyentes. En todas partes aparecen símbolos religiosos, aunque de diversas religiones. Yo estimaría que entorno al 50% de ellos son católicos, un 20% evangelistas, un 10% testigos de Jehová y otro 10% mormones. El 10% restante pertenecen a otras religiones o sectas. La gente suele hacer demostración pública de su fe. Mi opinión personal es que, generalmente, cuando alguien se ve en una situación difícil (cosa que suele pasar en estos países), necesita echar mano de algo, algo superior que esté ahí para ayudarle. Y ese siempre es dios.
A veces me pregunto si este viaje cambiará en algo mi vida, pero hay una cosa que sí tengo clara, y es que me hará más tolerante con todas las religiones, porque yo no sé si dios existe, pero sí se que a veces hace falta pensar que existe.

Pero bueno, como ya dije, esta es mi opinión personal. Advertir también que no todos los nicas son así, hay de todo, y mucha gente con una vida perfectamente compuesta y equilibrada, aunque generalmente, esto se da en personas con un nivel cultural más alto que el típico hombre de a pie.

Camino de Somoto

El lunes me dediqué a preparar mi viaje a Somoto. Se supone que el martes viajaría hacia esta ciudad para poder empezar a realizar mi proyecto, que, en principio, consistiría en estudiar y censar las obras de conservación de suelos de la subcuenca Agua Calientes.
A primera hora de la mañana llegué a la oficina de Amigos de la Tierra. Allí apareció mi nuevo compañero de viaje, Freddy.
Freddy es ecólogo, y su trabajo consistiría en viajar conmigo para que él pudiese supervisar el proyecto que se va a realizar en la zona. Yo, como parte de este proyecto, estaría a sus órdenes. Este chico me dio buenas vibraciones en cuanto lo conocí. Es un tipo campechano, de 32 años, de aspecto y acento cubano. Al poco rato de conocernos ya teníamos una conversación bien distendida.

Para el martes, día en el que viajaríamos juntos a Somoto, quedamos a las 7.00 en el mercado de mayoreo, donde está la estación de autobús más importante de Managua. Guille se ofreció a acercarme al lugar. Llegamos a las 6.40 y Freddy todavía no había llegado. Por la estación merodeaban los conductores de los autobuses anunciando a puro grito a dónde se dirigían. De uno en uno se te iban acercando para preguntarte a dónde ibas. Entre los muchos que se me acercaron uno me preguntó si yo iba a Somoto. Le dije que sí, y antes de que pudiese reaccionar, cogió mi maleta y se la llevó. Tuve que salir corriendo detrás de él para que se detuviese. Lo que quería era subírmela al techo del bus. Yo de ese sistema no me fío, así que lo convencí para que me la metiese en un minúsculo maletero que tenía en la parte baja. Después me dirigí a comprar el billete (70 pesos)
A las 7.00 el autobús salió de la dársena y se situó en medio de la estación. Al vehículo empezaron a subir personas con bolsas de frutas, frescos, tortas de maíz, etc. Todavía no he contado que en Nicaragua se vende comida en todos los sitios y a todas horas. El bus empezó a andar despacito y los vendedores, tras dejar su mercancía, iban bajando en marcha. Freddy no apareció, así que tuve que hacer el viaje solo.
El autobús era el típico autobús amarillo. Los asientos no están divididos, sino que tiene una especie de bancos para dos personas. Lo cierto es que el autobús era mejor por dentro de lo que me había imaginado. Incluso tenía un buen equipo de música. Casi todo el camino lo realizamos al son de Bob Marley.
El recorrido lo hicimos por la carretera Panamericana, que es una carretera que cruza desde Sudamérica hasta Norteamérica. Esta vía es la excepción que confirma la regla dentro de Nicaragua. Está en perfecto estado, y es realmente difícil encontrarse un bache. Me imagino que todo el dinero que hay disponible para vías de comunicación irá en gran medida a la Panamericana, pues es la verdadera vértebra de comunicación, atendiendo además al hecho de que aquí no existe ni un solo metro de vías de ferrocarril. Por ella es habitual ver pasar los trailers típicos de las películas americanas, unos monstruos de unos 25 metros con unas cabinas gigantes. También de vez en cuando pasan por ella grupos de moteros subidos en sus Harleys Davison. Suelen ser gringos que deciden coger esta carretera para vivir la aventura sudamericana.
El camino de Managua a Somoto duró tres horas y media, pero se hizo más llevadero de lo que yo pensaba. Fueron 270 km a lo largo de grandes rectas que atravesaban llanuras secas rodeadas de montañas. La parte norte de Nicaragua tiene un clima llamado tropical seco. El paisaje en esta época del año puede recordar al paisaje de Castilla en el mes de septiembre.
Los Amigos de la Tierra en Somoto trabajan conjuntamente con una agrupación perteneciente a la alcaldía llamada CIDeS (Centro de Iniciativas para el Desarrollo de Somoto). En esta agrupación está compuesta por unos chicos encargados de ejecutar los proyectos para los que consigue financiación Amigos de la Tierra. Por tanto, resumiendo un poco, podríamos decir que Amigos de la Tierra consigue la pasta, decide lo que hay que hacer, y el CIDeS ejecuta.
Cuando llegué a Somoto estaba un poco perdido. Había llegado a la estación y mi objetivo era dirigirme a la oficina del CIDeS para conocerlos, y después buscarme la vida para saber donde alojarme esa primera noche. Estaba un poco desanimado, porque mi apoyo, Freddy, me había fallado, y ahora no tenía a nadie que me orientara. Lo primero que hice fue acercarme a una especie de kiosco que había en la estación y comprar un paquete de galletas. Aprovechando la compra le pregunté a la dependienta si sabía donde estaba el CIDeS. En la guía de Nicaragua que leí antes venir a este país decía que algunos nicas tenían un pequeño problema con la lateralidad. Después de esta experiencia comprobé que era cierto, pues la chica me dijo que tenía que ir dirección sur, y a las tres cuadras debía de girar a la izquierda mientras señalaba a la derecha. (En esta ciudad las calles tampoco tienen nombre).
Tras un pequeño recorrido llegué a la cabecera de la calle principal. Allí se ve calló el alma a los pies.
Yo había leído y oído que la ciudad tenía 16.000 habitantes, pero parecía un pueblo de cuatro gatos. La imagen que se me pasó por la cabeza fue la de la película The Mexican, en la que Brad Pitt llegaba a un pueblo parecido a este. Y es que es la viva estampa de un pueblo mexicano. Calles solitarias a media mañana, empedradas algunas y de tierra otras, con una eterna nube de polvo recorriendo el ambientes y un perro famélico buscando la sombra. Me pareció tristísimo. Volví a pensar, por segunda vez; “¿Quién me mandará a mí meterme en estas historias?”
Empecé a subir la calle que llevaba al CIDeS y mi pinta de extranjero saltaba a la vista. Mis zapatillas de cordones fosforitos, el color claro de mi piel y la maleta Samsonite de ruedas que arrastraba me delataban. La gente me miraba, unos con el rabillo del ojo y otros descaradamente.

Por fin llegué al CIDeS. Fui bien recibido. Lo primero que hice fue llamar a Guille a Managua para saber qué había sido de Freddy. Sorprendido, me dijo que lo había visto llegar cuando el autobús se iba, y que él se imaginaba que había viajado conmigo. Yo le respondí que no lo había visto.
El misterio se aclaró al cabo de una hora cuando Freddy apareció por la puerta. Me contó que había tenido problemas para encontrar un taxi que lo llevara de su casa a la estación, por lo que llegó tarde. Cuando llegó a la estación, el autobús en el que yo viajaba salía, pero él, en vez de subir, se dirigió a buscarme por las dársenas, porque pensó que seguiría allí esperándolo. De esta manera, llegó a tiempo, pero no cogió el autobús. Entonces no le quedó otra opción que esperar al siguiente.
Ahora nos faltaba la segunda prueba: saber dónde pasaríamos la primera noche.