De vuelta al viejo continente
Llegamos de día Londres. Salimos de Miami a las 8 de la tarde y aterrizamos a las 10 de la mañana, aunque sólo fueron 8 horas de vuelo. Esto es lo bueno que tiene viajar en contra del sol. Para que luego digan que viajar en el tiempo no es posible.
La ciudad de Londres estaba cubierta de una espesa capa de nubes bajas. Parecía que en vez de estar entrando en el aeropuerto nos estábamos metiendo en un gigantesco pastel de nata. Esta vez no necesitaba cambiar de aeropuerto, tenía llegada y salida en Heathrow. Es un edificio moderno, bastante mejor que el de Gatwick (donde aterrizan la mayoría de las compañías de vuelos baratos, como Ryanair, y que queda muy alejado del centro de la ciudad). Como casi todos los aeropuertos que he visitado, se caracteriza por tener una zona antigua y otra más nueva, repleta de las últimas tecnologías y de tiendas de diseño. Entre toda esa tecnología, tuve la oportunidad de comprobar de primera mano la efectividad de los inodoros que echan agua automáticamente en cuanto te levantas, porque, como había predicho, la cena que me sirvieron el vuelo anterior, como dicen los nicas, me había dejado el estómago “hecho paste”. Es una pena que se esté acabando este blog, porque esto me recuerda que hay un montón de cosas más que os podría haber contado sobre Nicaragua y sobre los nicas. Una de ellas es la forma peculiar en la que a veces le dan uso al Castellano. Tienen palabras propias, como por ejemplo el saludo “qué iule??” que viene a ser una deformación de “¿qué hubo?”. También utilizan de forma peculiar otras palabras. Por ejemplo, cuando alguien te viene a pedir algo, por ejemplo, una libreta, te dice “vengo a traer la libreta”, pero lo que quiere decir es que se la quiere llevar. Otro ejemplo es la utilización de la preposición “hasta”. Si alguien te dice: “fulanito viene hasta las
En la escala de Londres tenía menos de dos horas para pasar el control de aduanas, encontrar el mostrador para sacar mi tarjeta de embarque y encontrar la puerta de mi vuelo. A pesar de que tuve que hacer una tremenda cola para pasar por el escáner, me dio tiempo de sobra (con varias visitar al baño incluidas). El problema fue que 20 minutos antes de la hora de despegue del avión nadie sabía la puerta de embarque. Como no, viajábamos con Iberia. Cuando faltaban 5 minutos para la salida nos metieron a toda prisa en el avión. Lo único bueno de viajar con Iberia es que todo el personal de la compañía habla Español. Cuando sales fuera de España te das cuenta de lo importante que es saber Inglés. Leyéndolo todavía me defiendo un poco, pero cuando me hablan no me entero de nada. A los únicos que entiendo hablando en Inglés son a los tripulantes españoles. Nuestro piloto era un tipo muy informal, cuando hablaba por megafonía parecía que estaba de cachondeo. Al poco de que entrásemos en el avión se puso a contar por megafonía que el aeropuerto estaba hecho un desastre por culpa de la niebla, que había muchos vuelos retrasados y que íbamos a tardar un buen rato en despegar porque había que hacer cola para ocupar
La llegada a Madrid la hicimos en la nueva y famosa Terminal 4 de Barajas, que consta de dos edificios de una arquitectura espectacular unidos por un metro subterráneo sin conductor. Antes de coger las maletas hay que pasar de nuevo por aduanas. Cuando le enseñé mi pasaporte al policía nacional me dijo; “Sanxenxo... buena marcha, e?”. Resultó que el chaval era de Vigo. Si es que estamos en todos lados y no nos damos de cuenta.
A pesar de que la Terminal 4 está gobernada por la última tecnología, llevan bastante mal el tema de la devolución de equipajes. En primer lugar, porque hay que hacer a pie un recorrido de casi media hora para llegar a las cintas, y segundo porque, habiendo llegado, te toca esperar el pie de la cinta al menos media hora. Casi siempre me ha pasado que cuando llegan las maletas yo soy de los primeros en recibir las mías. Debe ser porque también soy de los primeros en facturar, porque tengo la manía de que en cuanto piso el aeropuerto me voy pitando a dejar las maletas, aunque falten cinco horas para el vuelo.
Yo viajaba a Santiago de Compostela mediante Sapainair, por lo que tenía que desplazarme hacia la Terminal 2. La Terminal 4 funciona como salida y llegada de vuelos internacionales y de los vuelos de Iberia. Como queda bastante alejada de la parte antigua del aeropuerto, a varios kilómetros, hay que coger un autobús para realizar el trayecto que las separa. En estos momentos me encuentro escribiendo mientras tomo un bocadillo de tortilla en la cafetería “El Trébol” de la Terminal 2, tras haber facturado mi maleta y conseguido mi carta de embarque. Son las 19:30 y hasta las 21:30 no sale mi avión a Santiago. Pasaré el rato con este pan que llevo tanto tiempo sin probar hasta que mi estómago diga “basta”.
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