Hoy me he levantado a las 10.00. Estaba un poco nervioso. Lo noto porque casi no tengo hambre y tengo un párpado que da saltitos, que va a su bola. Aún así he dormido bien. Estaba muchísimos más nervioso el día que me fui a hacer la endoscopia. Me duché, me afeité y fui haciendo la maleta.
Salí a las 12.00 hacia Santiago de Compostela, donde cogía mi primer vuelo. Llegué allí, con mi madre y mi hermana a las 13.30. Mi otra hermana también pasó a despedirse. De allí poco tengo que contar, porque estar en el aeropuerto de Santiago es como estar en casa. Facturé mi maleta de 20Kg a Madrid. Antes de embarcar me compré El País. Auguraba un mal día para visitar barajas.
A las 15.30 cogí el avión, y tras menos de una hora de viaje empezábamos a aterrizar
en Madrid. Cuando nos acercábamos, no se veía la ciudad por ningún lado. El motivo es que en un día soleado como el de hoy, la impresionante nube de polución que cubre la ciudad hace un efecto espejo, que impide ver algo más allá de los campos de cultivo que la rodean. Aterrizamos en la pista central y el avión nos dio un paseíto de un cuarto de hora hasta llegar a la flamante Terminal 4 de Barajas.
El edificio mola mucho, la estructura tubular y la cubierta son preciosas, pero a mí no me parece nada funcional. Sólo hay una zona de recogida de equipaje, y como el edificio es tan grande, si te toca aterrizar en la otra punta de la Terminal, de unos 20 minutos andando no te libra nadie. Cuando bajas del avión
, te dicen que si haces trasbordo, que espabiles, que el tiempo estimado para embarcar en otro vuelo son 25 minutos. Ja. Me río yo de esos 25 minutos. Los 25 son los que tardas en encontrar la cinta por la que sale tu equipaje. Resultó que a mi cinta (por error, supongo) llegaban las maletas de medio aeropuerto. Así que la cinta estaba echando las maletas por fuera, y sus dueños esperando por ellas en otras cintas. Ya empezaba a dudar que apareciese mi maleta por algún lado después de casi 45 minutos de espera, por increíble que parezca, llegó a la cinta.
Tras comerme el bocata que traía desde casa, a las 18.00, decidí comenzar la búsqueda de mi mostrador de facturación. Eso fue fácil. Más complicado fue llegar a la puerta de embarque. Para empezar sabía que estaba en la Terminal 4. Después averigüé que estaba en la Terminal satélite de la Terminal 4, y pillé el metro que llevaba a ella. Allí supe que mi puerta era una de las llamadas MRSU. Me dirigí a ellas, y reduje la búsqueda a la S y de ahí a la S33. Toda una aventura. Llegué a la S33 casi una hora después de facturar, a las 19.30. Me río yo de los 25 minutos.
El vuelo a Londres con British Airways estuvo muy bien, mejor que el de Iberia a Madrid. Lo cogí a las 20.45. Los asientos eran muy cómodos, de cuero y muy amplios. Sólo de verlos te entraba el sueño. La tripulación no dijo ni papa en Castellano. Parece que los ingleses le tienen alergia al idioma. Para encontrar una persona que hable Castellano desde el momento que coges este avión lo tienes muy complicado. De hecho, en este vuelo sólo viajan ingleses o españoles en viajes de negocios. Los españoles solemos preferir Ryanair.
En el avión nos sirvieron la cena, consistente en una especie de mini-pizza, un cubilete con arroz con uvas pasas, un heladito y una coca-cola de 15cl. Tengo comido cosas peores.
A las 23.05 (22.05 en UK) llegué al aeropuerto de Gatwick. No es un aeropuerto tan moderno como el de Madrid, pero está bien. Está enmoquetado de arriba abajo. Un punto a su favor es que tienen red wireless. Lo que menos me gustó fueron los 15 minutos de caminata hasta la cinta de equipaje, pero a diferencia de Madrid, allí está tu maleta esperándote. En ese momento pensé que tenía que empezar a pensar en cómo iba a llegar al aeropuerto donde cogía mi vuelo a Miami a la mañana siguiente, a Heathrow. Si eres un poco atento, y el aeropuerto es un desastre, siempre encontrarás información por algún lado. Encontré un cartel en el que ponía Bus to Heathrow. En momentos como este te preguntas porqué no habrás aprovechado mejor las clases gratuitas de Inglés que te dan en el colegio. No valoramos las cosas hasta que no las necesitamos. Descubrí que era mucho más fácil que me entendieran a mí que yo entenderlos a ellos, así que les preguntaba cosas de modo que responder sí o no, o una cantidad. Fui a una ventanilla de cambio de moneda y pregunté allí si sabían cuanto costaba el billete de a Heathrow. Eran 18 libras. Una animalada. Resulta que 50€ son casi 30 libras (1 libra = 1€ = 277 pts). Entonces, el billete de bus son unos 30€. Pues menos mal que se anuncian como la compañía con las tarifas a mitad de precio… He visto billetes de avión ida y vuelta a Santiago a Gatwick más baratos. Decidí cambiar 50€ en 30 libras., y con ese dinero me dirigí a la parada del autobús. Allí me llevé una desagradable sorpresa al ver que hacía 15 minutos que había pasado el último autobús de la noche a Heathrow. No es que me preocupase perder el avión de la mañana siguente, que era a las 9 y pico, pero prefería pasar la noche allí. Fastidiado, iba caminando hacia un taxi para preguntar cuánto me podría costar el viaje (le echaba, por lo bajo, 60€), cuando detrás de mí apareció un autobús. Bajó un negro a toda leche, miró para un lado, miró para el otro, y me preguntó a dónde iba. Tan pronto como le dije que iba a Heathrow me cogió la maleta y me la enchufó en el maletero. Le pregunté dónde había que pagar, pero él sólo decía; come on, come on… Así que subí al bus. Ya dentro deduje por qué había aparecido el bus fuera de hora. Había un par de asientos que olían a vómito, un vómito del demonio. Me senté. Me pareció un poco raro que me cobrasen a mi llegada al destino. ¿Qué harían en el caso de que no tuviese pasta?. Qué de buena fe es esta gente, pensé.
Según los horarios, el viaje dura sobre una hora y media, son 40 millas (1 milla = 1,6 km.), pero el conductor lo resolvió en menos de una hora. También hay que tener en cuenta que por la autopista no había ni dios.
Os voy a decir una cosa; es cierto, estos desgraciados conducen por la izquierda. Impresiona bastante al principio, sobre todo al coger las rotondas.
Cuando llegamos al aeropuerto y el bus paró, el negro salió disparado a sacar las maletas del maletero. Me quedé a un lado para esperar a que me cobrara. Pero no lo hizo. El tipo no me hizo ni p. caso. Entonces me fijé como la gente que le daba las maletas le pasaba el ticket y él se lo cortaba.
Ostras. Y yo sin ticket.
Deduje entonces que el tipo llegó tarde a la parada por limpiar el vómito, sólo estaba yo, que no tenía ticket, y por no hacerme volver a dentro a pagarlo me subió sin pagar. Otra teoría es que le di pena porque me hice un lío al decirle que iba a Heathrow. El caso es que, viendo que él estaba a lo suyo, pillé mi maleta y empecé a andar poco a poco hacia lo lejos. Si le debía algo, ya me llamaría. Y no me llamó. Para que luego digan que los negros no son de fiar.
La parada de la que bajé estaba en medio de ninguna parte. Allí decía que era la parada del aeropuerto, pero yo no veía ni aeropuerto ni farrapos de jaitas. Me puse a andar por una hacera, hasta que al cabo de una media hora encontré una señalización en la carretera que indicaba hacia la Terminal 3. Esa era justamente la mía. Andando, andando, llegué a ella.
Entré allí, y había exactamente la misma gente que en la autopista; ni dios. Era la nave de facturación, del tamaño aproximado de dos campos de fútbol. Aquello parecía una peli de terror. Estaba acojonao. Volví a salir y apareció por allí un tipo con chaleco fluorescente y le pregunté donde podía comer algo. Me dijo que pillara el eleveitor y subiera una planta. Aquello ya era otra cosa. De vez en cuando me cruzaba con alguien. Había una cafetería muy chula regentada por dos primos de Apu, el el badulake de los Simpson. Pensé que al ser inmigrantes sería comprensivos, pero el cabronazo que me atendió me hablaba la leche de rápido y hacía como que no me entendía.
Eran las 00.00. Conseguí pedirle un café mediano y dos pasteles. Me puso un vaso de café de medio litro y los dos magdalenas raras. No protesté porque tal cantidad de café me venía al pelo para pasar toda la noche despierto. Ojo al dato; me cobró 4,75 libras (casi 8 eurazos por dos magdalenas y un café). Después de ahorrarme las 18 libras del bus me podía permitir esto y un buen desayuno de mañana. Además, ¿que voy a hacer yo con 30 libras en Nicaragua?. Ahora mismo, a la 1.00 estoy en la cafetería escribiendo esto, acabando el café y la primera magdalena (bajan mal, son un poco empalagosas). Les pregunté a qué hora cerraban el chiringuito, y me dijeron que la Terminal cerraba de 2 a 4. No sé donde pasaré esas dos horas. Fuera hace mucho frío. Lo bueno es que no voy a ser el único, hay un par de individuos durmiendo en unos asientos del pasillo.
3.00. Soy más cazurro de lo que pensaba. Resulta que el morenito me dijo que la cafetería cerraba de 2 a 4, no la Terminal. Fue un alivio. Esto parece un hospital de guerra, la gente está zapateada por todos los asientos y por el suelo durmiendo, con la cabeza apoyada en los equipajes. Intenté pasar un poco el rato conectándome a Internet, pero estos ladrones sólo me dieron 20 minutos de conexión por 2 libras. Por encima, me olvidé en el asiento la bolsa con mi otra magdalena. Cuando volví a por ella ya no estaba.
Por ahora me dura el efecto del café, sigo despierto, pero mi a estómago no le hizo mucha gracia, me cuenta que se siente como si le hubiesen metido un par de patadas. Por cierto, el café era de lo peor; malísimo. Espero aguantar despierto hasta que embarque, a las 9.30, y así dormir como un campeón en el avión.
Son las 7.30. Aquí la vida comienza entorno a las 5.30. Los primeros en llegar son los indios. Hay indios por todos lados. Son los que hacen el trabajo sucio. Sobre las 6 empiezan a llegar los dependientes y abren las tiendas y restaurantes. Hay que echarle narices para irse a comer a un Burguer King a las 6 de la mañana. Como ya estaba harto de estar sentado, en cuanto abrieron los mostradores de facturación para mi vuelo fui a llevar la maleta. Volví a coger el eleveitor para volver a la planta baja, donde no había nadie la noche anterior, y ahora estaba repleta de gente. Además de indios, había mogollón de árabes con turbante (y parece que con mucha pasta). Aquí operan las grandes compañías árabes, como Air Qatar. Se sabe bien donde están, porque delante del mostrador tienen alfombras persas.
Gracias a dios no cojo aviones a menudo, porque sino me saldría una úlcera de estómago. Mi aparato digestivo está en este momento destrozado. El gran desayuno que esperaba tomar lo he tenido que reducir a un zumo de naranja y media chocolatina. La combinación de nerviosismo y falta de sueño me resulta fatal.
Cuando facturé me prometieron enviar mis maletas a Managua, por lo que no las recogería en Miami. Además, me dieron un par de papeles para entregar a mi llegada a EE.UU. Estos papeles son unos cuestionarios simpáticos dignos de ver: te preguntan si eres retrasado mental, si eres adicto a las drogas (me pregunto cómo entraría Julio Iglesias), si eres un terrorista, o incluso si fuiste un genocida entre 1933 y 1945. Impresionante. Para terminar tienes que firmar una declaración jurando que dices la verdad y que lo has comprendido todo. Y si no tienes ni idea de Inglés, te lo aprendes, porque ellos no se molestan en traducir el papelito.
Las últimas horas en Londres fueron fatales. Como íbamos a EE.UU., cómo no, nos hicieron ir a una sala especial, donde estuvimos encerrados una hora. También revisaban los equipajes de mano aleatoriamente. Me estaba quedando sopa y no veía la hora de llegar al avión para echarme a dormir. A las 9.15 nos metieron en un Boeing 747. Menudo bicharraco. Tiene dos pisos y en cada fila hay 10 asientos. No pude ver como era la bussines class, pero debería de ser impresionante, juzgando como era la clase turista.
La British Airways me tiene impresionado. Creo que los de Iberia tienen mucho que aprender de estos. Aunque sólo sea la simpatía. En tu asiento al llegar te tienen un verdadero kit de supervivencia para las 10 horas de viaje: una manta, una máscara para ojos, un par de calcetines (¿?), y un pequeño cepillo de dientes con su pequeño bote de pasta. En cada asiento hay una pantalla en la que puedes ver 18 canales de televisión, aunque sólo en las películas puedes seleccionar doblaje en Español. El resto son series , dibujos animados, monólogos y deportes. También hay un canal en el que te muestran en un mapa la posición actual del avión, la velocidad que lleva, y el tiempo restante de viaje.
A las 11 nos dieron de comer. De las opciones que me dieron sólo entendí la de porllo con arroz, así que fue lo que pedí. El pollo llevaba una salsa matagigantes al más puro estilo machote mexicano. Intragable. Comí un poco, pero mi estómago me recordó mas tarde que hubiese sido mejor no haberlo hecho.
A las 3 de la tarde nos sirvieron la merienda, que estuvo mucho mejor; una bolsa de fruta y un bocadillo vegetal. Con
todas las comidas te ponen un cubilete de unos 15ml. de leche. Yo lo utilizaba para sacar el sabor que la comida de la boca. Me imagino que será para eso.
En el viaje hubo un momento que lo pasé mal. Me estaba mareando, el arroz me daba vueltas, tenía nauseas y todavía no había dormido nada. Fue un momento de bajón. Fue un momento de esos en los que te preguntas; “¿Qué necesidad tengo yo de meterme en estas historias, con lo cómodo y tranquilo que podía estar en casa?”. Si en ese momento tuviese un botón, que pulsando, me llevase a casa, lo habría pulsado. Pero fue un rato. Luego se me pasó.