o verdadeiro heroísmo está en transformar os desexos en realidades e as ideas en feitos "sempre en Galicia"

martes, abril 25, 2006

S.I.I.

El lunes después de Semana Santa me tocaba ir a recoger los resultados de las biopsias al Hospital Metropolitano. A primera hora de la mañana me dirigí con Guille a la oficina de Amigos de la Tierra. Allí estuve un par de horas. Aproveché que también estaba Freddy en la oficina y que había venido en coche para pedirle que me acercase hasta el hospital. Guille no pudo venir esta vez, tenía una reunión importante con gente de la AECI (Agencia Española de Cooperación Internacional). Freddy me dejó en la puerta de centro de salud entorno a las 10. Hasta las 11 no tenía cita, así que me dediqué a leer un libro mientras esperaba mi turno.

Esta vez el doctor Gutiérrez fue puntual y me hizo pasar a su consulta a la hora esperada. Empezó preguntándome lo típico; que cómo me encontraba, qué tal me había sentado el tratamiento, etc. Yo estaba un poco nervioso. Esperaba que este fuera el momento clave de los dos últimos meses, en los que me había preguntado una y mil veces lo que le sucedía a mi cuerpo.

Me dijo tres cosas importantes: Lo primero fue que ya no tenía ni amebas ni infección intestinal, es decir, que ya no era medio de transporte para pasajeros indeseables. Lo segundo fue que la hernia de hiato que yo consideraba origen de la mayoría de mis males estomacales desde tiempos remotos, no era la principal culpable de mis malestares, ya que la endoscopia había revelado que no era grave. La tercera noticia, y más tranquilizadora, si cabe, fue que no se apreciaba ningún daño estructural en mi aparato digestivo.

Si releo lo que acabo de escribir, parece que vengo a decir que en realidad no tenía nada. Pero no es así, el médico me entregó los resultados de las biopsias, en las que se podía leer:

Gastritis crónica superficial

Colitis crónica inespecífica.

Estas palabras, en cristiano, se traducen en que tenía el sistema digestivo maltratado, inflamado y resentido. Volvemos entonces a la pregunta original; “Si ya no tengo amebas, no tengo infección bacteriana, ni tampoco tengo una hernia de hiato que me dé problemas importantes… ¡¡¿¿qué narices tengo??!!”

El doctor me dijo que mis síntomas se correspondían con una enfermedad, a cuyo diagnóstico se llega por el método del descarte: es decir, es el cajón desastre de las enfermedades digestivas. Viene a ser lo que te diagnostican cuando ya no se les ocurre qué decirte; Síndrome de Intestino Irritable (SII). Bueno, y ¿qué es esto del Síndrome del Intestino Irritable?

Entre lo que me ha explicado el médico, lo que he podido leer por mi cuenta, y la experiencia personal que he sufrido a lo largo de estos meses y de los años que les preceden (ya que se supone que todos mis achaques estomacales del pasado se debían a esto), puedo contaros algo sobre esta enfermedad:

El síndrome de intestino irritable es un trastorno crónico que origina una serie de síntomas que se consideran debidos a la desincronización general del aparato digestivo. Esta disfunción se debe a un incremento de la sensibilidad a los estímulos originados en el intestino. El colon es más sensible y reactivo de lo normal, por lo que responden agresivamente a estímulos que no afectarían a otras personas. Por un lado, la persona que sufre SII desencadena un fuerte rechazo a sustancias irritantes, se muestran más proclives a tomar infecciones (amebas, bacterias…) y son más sensible al estrés o la ansiedad. En realidad nadie sabe qué es lo que causa el SII, pero casi todos los especialistas coinciden en que es una especie de disfunción del sistema nervioso intestinal, por lo que las sensaciones emocionales dominan el comportamiento (o mejor dicho, el mal comportamiento) del sistema digestivo. Junto con los síntomas intestinales, es frecuente que existan factores psicológicos. Esto no quiere decir que los síntomas no sean reales (lo son, os lo digo yo), sino que el síndrome de intestino irritable es el resultado de una compleja interacción entre factores psicológicos y físicos. Los síntomas pueden empeorar cuando se está bajo mucho estrés, tal como cuando se viaja, se tienen compromisos sociales o se cambia la rutina diaria, como es mi caso. Esta es la otra razón, por la que, cuando me pongo nervioso me empieza a doler el estómago.

El trastorno del tubo digestivo puede afectar a cualquier segmento del mismo, desde la boca hasta el ano, lo que justifica la amplia variabilidad de los síntomas que pueden aparecer con dicho síndrome. Los síntomas dependen de la parte del tubo digestivo que esté involucrada y es habitual que se superpongan síntomas originados en diferentes regiones. Algunos pacientes sólo tienen trastornos achacables a una parte del tubo digestivo mientras que en otros son varias las regiones afectadas. Además, los síntomas pueden modificarse a lo largo del tiempo. Mis síntomas más habituales son la sensación de tener un nudo en la garganta que inhibe el apetito, las náuseas, la distensión abdominal por culpa de los gases, dolor estomacal, alteración entre diarrea y estreñimiento y ganas de ir al baño cuando en realidad no hay a nada a qué ir (no sigo porque no deseo convertir este blog en un diario escatológico). Dicen también que son frecuentes el cansancio y la fatiga que a veces siento, alteraciones del sueño y en algunos casos depresión. Yo no sé si se podría decir que yo llego a sufrir depresión, pero sí sé que en estos dos meses, entre amebas, bacterias y SII, le he dado millones de vueltas a la cabeza.

Dicen que no hay fórmulas mágicas para esta molestia, y lo único que te aconsejan es que trates de evitar comidas que parecen hacerte sentir peor y buscar maneras para evitar el estrés; que trates de ver las cosas con calma. Los síntomas intestinales y la ansiedad forman un círculo vicioso que en ocasiones te impiden quitarte de la cabeza lo que estás sintiendo. ¿cómo me voy a relajar cuando me empiezo a encontrar mal?. Me pongo de tan mal humor que no soy capaz de pensar en otra cosa. Estar en un país extraño con una enfermedad que no se da curado, no es una situación que invite a la relajación.

A veces es curioso darse cuenta de que incluso las malas noticias te pueden llegar a alegrar. Me sentía como si me hubiese quitado un peso de encima, porque, aunque me hayan diagnosticado una enfermedad, un poco cogida por los pelos, me queda el consuelo de tener un poco más claro qué es lo que le pasa a mi cuerpo.

Cómo son las cosas… quien me iba a decir a mí hace un año que tendría que viajar a Nicaragua para descubrir que tengo el Síndrome de Intestino Irritable.

Salí del hospital con el diagnóstico en una mano, una nueva receta para pastillas en la otra, y una pequeña sensación de alivio en la cabeza.

El Hospital Metropolitano queda un poco alejado del centro de Managua (lo del centro de Managua es un decir), o sea , que queda lejos de la mayoría de los sitios, así que la única opción para volver a la oficina de Amigos de la Tierra era conseguir un taxi. Como desde la puerta del edificio no se divisaba ninguno, decidí poner rumbo a mi destino, aunque no habría mucha diferencia si esperaba sentado a que apareciese uno, porque me haría falta casi todo el día para llegar andando a mi destino (a parte de que sería bastante probable de que no diese con el camino correcto). Pero como me amarga más esperar que andar, decidí empezar la caminata.

Llegué a la carretera Masaya. Es una de las carreteras más grandes de Managua. Se podría decir que es una especie de autopista, porque tiene tres carriles para cada dirección separados por una mediana. Pasaba el tiempo y no aparecía ningún taxi por ningún lado. En una situación normal, en Managua, si tiras una piedra tienes un cincuenta por ciento de posibilidades de darle a un taxi y otro cincuenta por ciento de posibilidades de darle a otro vehículo, persona o cosa y que te saquen una pistola (estoy exagerando). No sé cuanto tiempo estuve andando, pero fue bastante más de una hora. Bendito fue el momento en el que giré la cabeza y apareció un taxi. Extendí la mano y paró unos metros más adelante de mí. El rito habitual en este tipo de casos consistiría en pedir el precio y luego regatear a la baja antes de subir, pero en este caso, opté por una técnica más conservadora y sólo me limité a preguntar el precio por llevarme a mi destino cuando ya estaba dentro, para que al llegar no me pidiese lo que él quisiese.

Por fin llegué a la oficina. Pasé con los chicos el resto del día. Hicimos una interrupción para ir a comer a un restaurante de los alrededores que se llama el Toro Huaco. Este sitio me gusta porque las condiciones higiénico-sanitarias que presenta son bastante aceptables (en comparación con todo lo demás que se puede ver por aquí). Además, el precio es económico (35 pesos, menos de 2 euros). Partiendo de la base de que la comida Nica no es mi fuerte, existe una variedad de platos que siempre te permite encontrar algo a tu gusto. El menú que yo intento consumir se vuelve bastante limitado, ya que no puedo comer nada que tenga un sabor fuerte, ni muy dulce, ni muy salado, ni muy picante, ni muy amargo. Tampoco debo beber cerveza porque tienen alcohol, ni refrescos porque tienen gas, ni jugos por tener demasiado azúcar, así que me limito al agua embotellada. Por otra parte, durante mi estancia en Nicaragua he decidido eliminar de mi dieta en restaurantes las frutas y verduras frescas (ya que dicen que son el principal vector de amebas y parásitos). Resumiendo, comer fuera de casa se ha vuelto una tarea difícil.

viernes, abril 21, 2006

Plena semana santa

Recuerdo que cuando yo era pequeñito en el colegio teníamos una cartulina en la que estaban dibujadas las estaciones del año. Era una circunferencia que estaba dividida en cuatro sectores que representaban las estaciones: el muñeco de nieve para el invierno, la flor para la primavera, el sol para el verano y la hoja seca para el otoño. Supongo que ya sabréis que las estaciones en todo el planeta varían en función de la latitud. Pero yo pensaba que era algo más o menos exacto, es decir, que se mantenían las cuatro estaciones pero se iban desplazando gradualmente, de modo que en las antípodas estaban exactamente en la estación contraria. Me sorprendió ver que las cosas no son tan sencillas. En Nicaragua no hay estaciones marcadas. No pueden decir que exista una fecha oficial para el inicio y final de cada una de ellas. El verano empieza en diciembre y acaba en mayo (más o menos). El invierno o época de lluvias es el resto del año, a excepción de un periodo de unos 15 días en el mes de agosto, en los que no llueve, que se llama canícula. Por tanto, aquí no hay primavera ni otoño. Esto tiene como resultado que no exista un mes de vacaciones para todo el mundo, como es el de agosto en España (a parte de que no hay 14 pagas anuales, sino 13). Como la Semana Santa cuadra en la época de mayores temperaturas es considera el clímax del verano. Todo cierra, Managua se paraliza y la gente se desplaza en masa a las playas, lagos y ríos. Los periódicos dejan de emitirse a partir del jueves santo y a partir del viernes es casi imposible encontrarse un establecimiento abierto. Gran cantidad de nicas dedican las vacaciones al guaro (la bebida), así que puedes encontrarte a gente borracha a cualquier hora del día (aunque eso también pasa el resto del año). Ya he comentado otras veces que el alcoholismo tiene una gran incidencia en Nicaragua, a todos los niveles sociales y a todas las edades. Muchas personas pasan días y semanas borrachos sin interrupción. La cirrosis es una causa relevante de muerte. Sin ir más lejos, el otro día se murió de cirrosis un vecino de Ofelia, sólo tenía 24 años.

Todos los días de Semana Santa salen en los medios de comunicación noticias de personas que murieron ahogadas en ríos, lagos o playas tras meterse en el agua en estado de embriaguez. Este año el saldo fue de 29 ahogados. Además, los de la televisión no se cortan un pelo y muestran las imágenes de cuerpos medio podridos en las orillas de los lagos, a los que los peces han arrancado los ojos. La prensa y la televisión son totalmente amarillistas, y gustan de publicar cuanta más sangre mejor. Les encanta.

Todo este lío de hospitales y pruebas médicas me pilló en medio de la Semana Santa. Por suerte mi endoscopia y colonoscopia pudieron realizarse sin problemas el lunes. El jueves me tocaba ir a buscar los resultados de las biopsias. Para variar, el médico llegó más de una hora tarde. Lo peor fue que nos dijo que no tenía los resultados porque el laboratorio estaba cerrado por vacaciones. Este doctor ya no me caía tan bien como al principio. No me quedaba más remedio que esperar al lunes para volver al hospital a por los resultados.

Guille me invitó a pasar toda la semana en su casa, así de paso podría llevar un poco mejor mis molestias e intentar recuperar un poco de peso. Difícilmente podría haberme encontrado con una persona más hospitalaria que él. No tenía mucho sentido que volviera a Somoto para pasar la Semana Santa, pues en tres días tendría que estar de regreso, y toda la gente que trabaja en el CIDeS no estaría, así que pasaría varios días en total soledad.

En Amigos de la Tierra las vacaciones empezaron el martes. El miércoles fuimos a la finca de Guille en Villa El Carmen para pasar el día con amigos y compañeros de trabajo. La idea era echar una mano para adecentar la zona, pero mi apoyo fue más psicológico que físico, porque no me sentía en condiciones de realizar ningún tipo de esfuerzo. Como yo no aportaba mucha fuerza de trabajo, decidí acompañar a Ofelia y a Marcel al río. Ofelia le había prometido a Carlitos (su hijo de 5 años) ir a pescar esa tarde. El problema es que el río, en esta época del año se reduce a un charco de un metro y medio de profundidad al pie de una presa. El chaval estaba todo ilusionado, así que le construyeron una caña de pescar con un palo, un trozo de hilo de tanza y un anzuelo. Como cebo colocaron un cacho de carne asada que había sobrado de la comida. Yo sugerí que el trozo de carne asada era el doble de grande que las hipotéticas presas (renacuajos de rana), pero me hicieron callar para no acabar con las ilusiones de Carlitos. Tras media hora sentados en el borde de la presa, y viendo que ningún pez picaba, los ánimos del chaval empezaban a minarse. Cuando ya estábamos pensando en irnos del lugar, Carlos empezó a gritar que habían picado, mientras la tanza tensa tiraba de algo que se movía con fuerza en el agua. Cuando levantó el palo que hacía de caña sacó hacia arriba una serpiente de más de medio metro que luchaba por soltarse del anzuelo. Creo que el que menos se acojonó fue Carlitos. El hombre había conseguido la gran pieza del día.

Ofelia y Guille tenían pensado regresar a la finca y pasar allí de viernes a domingo. Me invitaron a ir con ellos. Como no me sentía en plenas condiciones de pasar unos días en una casa de campo, preferí no acompañarlos. Así es que me quedé como amo de llaves cuidando de la casa en su ausencia, aprovechando tanto tiempo libre para estudiar para mis exámenes de junio. De todos modos, acabé solo, como si estuviese en Somoto, pero por lo menos aquí tenía una televisión para disfrutar de la interminable retahíla de películas religiosas que emiten las cadenas nicaragüenses durante todo el día; desde “Los 10 mandamientos” hasta “Espartaco”. Echaron absolutamente todas las películas bíblicas y de romanos que existen. No dejaron ni una.

Lunes día D

La exploración médica que me harían el lunes precisaba que tuviese mi aparato digestivo perfectamente vacío y limpio desde el día anterior. La técnica a utilizar consiste en ingerir en grandes cantidades un promotor de diarrea. Tuve que comprar en la farmacia una pequeña garrafa de un galón (unos 3,8 litros) que contenía unos polvos. Aprovecho para contar, ahora que hablo de galones, que el sistema métrico en Nicaragua es un auténtico desastre, porque mezclan varios sistemas métricos; el inglés, el internacional y el nica. Las masas pequeñas se miden en libras y las grandes en quintales. Las distancias grandes en kilómetros, las cortas en varas, y las muy cortas en pulgadas. Los volúmenes en galones y las áreas en manzanas.

Sigo con lo que estaba. En la tarde del domingo debería rellenar la garrafa de agua para diluir en contenido, y beberme ese líquido hasta el final del día. Los tres o cuatro primeros vasos los llevé bien, pero cada vez veía más difícil acabar los casi cuatro litros, el líquido me producía náuseas y mi cuerpo lo rechazaba. A las 2 horas de empezar el tratamiento fui directo al baño. Y allí me pasé la mayor parte del tiempo hasta el día siguiente. No pude alejarme a más de 10 metros del inodoro. Es una sensación especial ver como por el sitio por donde normalmente salen cosas sólidas ahora sale la misma agua que ingerí. Mi cuerpo se convirtió en una cañería por la que salía lo mismo que entraba por la boca. Ahora sé lo que sienten las mujeres cuando se sientan para mear.

Inevitablemente, llegó el lunes. No voy a negar que tenía bastante miedo, pero a estas alturas, ya estoy tan desesperado por solucionar mis problemas que me dejo hacer cualquier cosa. Guille me acompañó en todo momento y fue un gran apoyo. Quise que me sacara una foto en la entrada del hospital. En momentos como este, cuando estás en la sala de espera, te preguntas a ti mismo; ¿por qué, con la de horas, días, semanas, meses y años que hay en mi vida, me tiene que tocar vivir este preciso instante de sufrimiento?. ¿No podría estar viviendo justo dentro de una semana o dentro de un año?. ¿Por qué me toca vivir justo ahora este momento?.

Antes de mí le tocaba a una señora hacer una broncoscopia. No debería de quejarme de lo mío sabiendo lo que le iban a hacer a ella. Al rato de que entrase empezamos a oír fuertes arcadas. Esos sonidos me estaban poniendo los pelos de punta, así que decidimos esperar mi turno en el pasillo, en vez de hacerlo en la sala de espera. Antes de entrar te piden que firmes un papelito en el que dice que eres consciente de que todo procedimiento médico tiene unos riesgos y que estás dispuesto a asumirlos. Es decir, que si te pasa algo malo, que luego no te quejes, que ya sabías que había.

Como siempre, casi una hora tarde, me hicieron entrar. Me desnudé y me dieron un camisón de hospital. Luego me tumbaron en una camilla durante una media hora que se hizo interminable. Me sentía como un cordero a punto de ser degollado.

Normalmente, en los hospitales públicos españoles estas operaciones las llevan a cabo mientras estás plenamente consciente, por lo que se convierte en una experiencia traumática. Yo ya había hecho una endoscopia en Santiago de Compostela hace un par de años en una clínica privada. Aquella vez me consideré afortunado porque me inyectaron una droga tranquilizante. Mientras me hacían la exploración estaba consciente pero plenamente relajado. Era algo parecido a estar borracho. Aún así fue desagradable. Pero esta vez fue mejor todavía. Poder pagar más de 500$ porque te metan un par de tubos por el cuerpo tenía que tener alguna ventaja, no?. Me pusieron las ventosas para monitorizar las constantes vitales y me tumbaron de costado en una camilla de quirófano. Luego vino el anestesista. Me metió una vía en la mano y me prometió que no me iba a enterar de nada. Y fue cierto. Lo último que recuerdo es la sensación aguda de un líquido frío ascendiendo por todo el brazo desde mi mano...

Al cabo de una hora, más o menos, me despertaron. Ya todo había terminado. Estuve hablando con los médicos mientras me recuperaba en la camilla, pero tengo unas pequeñas lagunas y no sé exactamente qué me dijeron. Me pareció entender que no habían encontrado nada grave dentro de mí. Según me dijo el doctor Gutiérrez, tenía en intestino inflamado como consecuencia de una infección bacteriana. Me tomaron muestras para hacer una biopsia, de la que me darían los resultados el jueves. Así terminó la historia, mucho mejor de lo que me hubiese imaginado.

De los errores también aprende uno, y ahora sé que nunca volveré a viajar a un país del tercer mundo sin un seguro médico en condiciones. Antes de viajar a Nicaragua iba a contratar uno, pero el precio era de 350€. Yo, ingenuo de mí, pensé; “malo será que me pase algo tan grave como para gastar más de 350€ en médicos”. Dicho y hecho. Como no estaba muy dispuesto a gastar 350€, me justifiqué a mí mismo recordando que el Carné Joven tiene un seguro de viaje, así que me imaginé que si me ocurría algo podría recurrir a él. Antes de ir al hospital me puse en contacto con la aseguradora, pero me dijeron que ellos sólo cubrían hasta 30 días en el extranjero, y como yo llevo en Nicaragua dos meses, me fastidiaba y me lo pagaba yo.

Mi situación actual es de drogadicción total. Tomo más medicamentos que los ancianitos de los asilos. Mi dosis diaria consiste en;

- dos pastillas de antisecretor de ácido
- tres pastillas reparador enzimático de intestino.
- tres pastillas de antiespasmódico intestinal
- dos pastillas para las náuseas
- dos pastillas de antibióticos
- un litro de suero oral
- un litro de complejo proteico-vitaminado para recuperar peso.

Y todo esto a la espera de lo que salga en la biopsia de jueves. Me voy a volver yonki perdido.

martes, abril 18, 2006

Volcán Masaya

Aprovechando que estaba en Managua, Guille y yo dedicamos la tarde del sábado a hacer una pequeña visita turística por los alrededores de la ciudad. Un sitio importante que no había conocido aún era el volcán Masaya. Este volcán activo se encuentra a escasos kilómetros de la capital, y da nombre a la ciudad que se encuentra a sus pies. Está formado por 5 cráteres, de los cuales el más importante es el llamado Santiago. Todo el conjunto y su entorno constituyen una reserva natural, siendo el primer parque natural constituido en Nicaragua. La entrada de ambos nos costó 90 pesos (4,5€) que valió la pena pagar. Una pista asfaltada lleva prácticamente hasta la cima del cráter. De camino hicimos una parada en un pequeño edificio de interpretación natural, donde se explican las características de los volcanes, su formación, su distribución por Nicaragua y expone la flora y fauna autóctonas del lugar.

Tras ver la exposición fuimos hasta la cima, donde asomados a la propia boca del volcán pudimos observar el humo de azufre que emana desde el interior de la tierra, y que advierte al visitante de que todavía está activo. Este humo asciende y da lugar a la lluvia ácida que deja desolados los campos del parque natural. Varios carteles anuncian que el lugar no es del todo seguro y que es posible que el volcán se despierte sin previo aviso. Te dicen que debes aparcar el coche en dirección a la salida y que en caso de que haya erupción de piedras, lo mejor que puedes hacer es meterte debajo del automóvil. Es un volcán relativamente joven (hablando en términos geológicos), y existen crónicas del siglo XVI que dicen que cuando estaba en plena actividad alumbraba tanto que permitía leer de noche en la ciudad de Granada (a unos 15 km de distancia). La última erupción se produjo en 1852.

Si acostumbráis a leer lo que escribo os habréis dado cuenta de que a menudo hablo de volcanes. Por algo a Nicaragua se le llama “Tierra de lagos y volcanes”, aunque se podía completar la frase con “…terremotos, huracanes, guerras e insectos”, pero estas últimas cuatro palabras no favorecen el marketing turístico. El hecho de que este país esté salpicado por multitud de volcanes pertenecientes a una cordillera volcánica que lo atraviesa de norte a sur formando una perfecta línea recta. El que tiene un pasado más interesante es el volcán Cosigüina, siendo el culpable, en 1.835, de una de las erupciones más brutales que haya contemplado la humanidad. Cuando entró en erupción los pobladores de la zona pensaron que había llegado el fin del mundo (al menos para ellos). En la actualidad se contempla como un cono truncado cuya cabeza fue reventada por la explosión. Tras la detonación las ascuas llegaron a Mexico, Colombia y Jamaica y el atronador sonido de las detonaciones se pudo escuchar a más de 1.000 Km de distancia.

Volviendo con el volcán Masaya, en épocas precolombinas los indígenas consideraban que era la morada del un dios furioso que de vez en cuando expulsaba lava como muestra de su rabia. Para calmarlo, aquellos hombres ofrecían en sacrificio a niños y a vírgenes que tiraban al cráter.
Curiosamente, cuando llegaron los cristianos, interpretaron que aquel agujero humeante con lava en el fondo no era la morada de un dios, sino la boca del infierno, así que no tiraban a vírgenes ni a niños, sino que tiraban a herejes que no comulgaban con la fe cristiana. Como huella de su paso, los cristianos dejaron puesta una cruz que gobierna la parte más alta. Ahora mismo ya no está la cruz original, pero hay una réplica en su lugar. Esto de poner cruces por donde pasan me recuerda a los americanos, que siempre andan colocando la dichosa bandera allá donde pisan. Me quedó el pesar de no poder sacarle una buena foto, pero es que en la actualidad tienen cerrado el camino que lleva hasta la zona por peligro de derrumbes. Sólo pude sacar la que tenéis a continuación, pero al sacar la cruz de perfil se ve como un palito en lo alto de la montaña.

Al final de la tarde nos dirigimos a una pequeña fortaleza llamada Coyotepe. Es un lugar que ofrece una vista espectacular de la planicie pacífica de Nicaragua, estando sobre una colina cercana a la ciudad de Masaya. Esta fortaleza fue creada a mediados del siglo XIX para la defensa de Masaya. En tiempos de la familia Somoza, la cárcel que tiene en sus sótanos fue utilizada para dar hospedaje a sus disidentes políticos (Sandinistas, principalmente). Cuando llegó la revolución, los mismo que habían estado encerrados, la utilizaban para retener allí a los enemigos de la Contra. Curiosamente, en la actualidad se mantienen como centro de Boy Scouts. Subidos a una de sus torres almenadas pudimos sacar una foto de la vista que ofrece de la ciudad de Masaya. Al igual que Managua y muchas otras ciudades nicas, se intuye su presencia, escondida entre una gran cantidad de árboles.

Visita al hospital

El sábado 8 Guille me acompañó al hospital para acudir a mi cita con en gastroenterólogo Jorge Gutiérrez. Fuimos al hospital Metropolitano, el más moderno de Managua (y de Nicaragua). Dicho
hospital pertenece a la familia Pellas (que se pronuncia Pelas, curiosamente). Esta familia es la propietaria de la mitad de los negocios del país: dueños de casi todos los concesionarios de automóviles (Suzuki, Toyota, Isuzu, Hyunday, etc.), fabricantes del ron Flor de Caña, de las dos marcas de cerveza más importantes (Victoria y Toña) y del agua embotellada, importadores de bebidas alcohólicas del país, dueños del Hospital Metropolitano, de un banco, de una compañía de seguros, etc. Es decir, están forrados.

El hospital tiene una apariencia que resulta de la mezcla entre un hospital al puro estilo americano y un hotel cinco estrellas del Caribe, con sus jardincitos y palmeras. Lo que más me sorprendió fue que el edificio estaba prácticamente vacío. No había casi ningún paciente, y en la sala de espera sólo nos acompañaban cinco o seis personas. No es de extrañar, porque hay poca gente que se pueda permitir este lujo en un país tan pobre. La televisión de la sala de espera sintoniza canales en Inglés y los formularios que cubres al entrar en el hospital también están en Inglés. Por una parte, este hecho se debe a que vienen más gringos a este hospital que nicas, y por otra, a que el Inglés da standing. Por aquí todo lo americano es sinónimo de calidad, pero quizás esté mejor considerado lo europeo, que es sinónimo de distinción.

Parece ser que aquí también funcionan con hora nica, porque a pesar de que teníamos cita a las 10 de la mañana el doctor nos recibió pasadas las 11. Pero ese fue el único fallo que tuvo, porque en mi vida me había encontrado con un doctor tan atento. Me hizo un historial completo de todas mis enfermedades y antecedentes familiares. Me revisó de arriba abajo e hizo que saliera del consultorio con más enfermedades que con las que entré. Dijo que tenía una pequeña hernia en el ombligo (es una bolita que no causa mal ninguno, y que yo pensaba que tenía todo el mundo, pero parece ser que es defecto mío), que estaba deshidratado, y que tenía unos hongos en la piel, en la zona del abdomen. Lo de los hongos consiste en una pequeña mancha que ya llevaba conmigo desde hace algunos años, pero nunca le había dado mayor importancia. El doctor me dijo: “¿Te pica?”. Y yo le respondí: “Hombre sí, ahora que lo dice, me pica de vez en cuando”.

Después de una hora de consulta, el médico concluyó que posiblemente mi problema principal fuese provocado por una infección intestinal distinta a la producida por la ameba. El Dr. Gutiérrez sugirió que yo tengo una sensibilidad especial en el aparato digestivo que me hace proclive a infecciones y agresiones, por eso pillo amebas, bacterias y todo lo que se me cruce por delante. Es algo parecido al asma, pero en el aparato digestivo. Pero... hay que comprobarlo, y para eso hay que hacer una endoscopia y una colonoscopia. En una situación normal me habría echado las manos a la cabeza cuando me lo dijo, pero a estas alturas ya estoy tan harto de mis molestias que me da igual lo que me hagan. Para los que no lo sepáis, la endoscopia consiste en que te meten un tubo con una cámara en la punta por la boca hasta el estómago, y la colonoscopia, pues lo mismo, pero por el culo. Yo ya viví una vez la experiencia de la endoscopia y no se puede decir que sea una vivencia agradable, pero en este momento estoy dispuesto a hacer lo que sea por quitarme este eterno malestar. Ahí no acaba todo; no es suficiente con haber tenido una ameba, con tener una infección bacteriana, con tener un intestino hipersensible, con tener una hernia en el ombligo, con tener hongos, con que tengas que sufrir una endoscopia y con que tengas que sufrir una colonoscopia, que además de todo ello, tienes que pagar una pasta tremenda por que te las hagan. Sólo deciros que el costo de este examen supera con creces el precio que yo había imaginado: 550 dólares más 35 por cada vez que me cite con el médico. Este es el precio de la mala suerte de viajar a un país al que vas con la intención de aprender y pasarlo bien y acabas contrayendo una enfermedad. Pero a la vez es el precio de la buena suerte, de ser tan afortunado de poder estar en un país tan pobre y poder pagar un tratamiento médico que el 95% de la población no puede afrontar.

Si hay una cosa que realmente no me gusta de Nicaragua es que hay multitud de enfermedades: aquí puedes coger amebas, bacterias, dengue clásico, dengue hemorrágico, tifus, difteria, lepra de las montañas, malaria, parásitos intestinales, mal de chagas, etc. etc. etc. Teniendo en cuenta la existencia de todos estos peligros la gente debería de tener mucho más cuidado, seleccionar lo que come y guardar su higiene personal. Por el contrario, los nicas se atreven con todo, comen cualquier cosa que les vendan en la calle y no se preocupan demasiado de conservar las mínimas medidas higiénicas. Ellos argumentan que viven en un país pobre y que no tienen dinero para guardar todas esas medidas sanitarias, pero lo cierto es que ese no es el problema, el problema es la poca educación y el desconocimiento. Además el sistema de salud es precario y los medicamentos son muy costosos. Es muy probable que si una persona está gravemente enferma su visita al médico únicamente le valga para saber de qué va morir. Si tienes más suerte, como yo, y tienes más de 600 dólares ahorrados para alguna emergencia, posiblemente puedas recurrir a un buen hospital donde solucionen tus problemas.

A pesar de las malas noticias, salí contento del hospital. El doctor me pareció excelente y el hospital de lo mejor que había visto en mi vida. El lunes volvería a que me metiesen los tubos.

7 de Abril

Siento demorar tanto las actualizaciones de mi blog, pero es que he pasado una temporada fuera de Somoto y no he podido conectarme a Internet.

Empezaré por contaros de nuevo algo sobre mi salud. Mi aparato digestivo no da tregua. Pasan las semanas y cada vez estoy un poco más delgado. Ya he roto el soporte psicológico de los 70 Kg y estoy en 69. Desde que salí de mi casa he perdido 11 Kg. Cuando llegue a Galicia va a parecer que vengo de “La Isla de los Famosos”. Lo lógico es que estos problemas estomacales remitan por sí solos con el tiempo, pero lo que me pasa a mí empieza a perder la lógica. He acabado de tomar las pastillas indicadas para terminar con la ameba, he hecho los análisis para comprobar si seguía conmigo y han salido negativos. En teoría, la biodiversidad interna de mi cuerpo se ha reducido. Entonces, yo me pregunto ¿¿¡¡qué narices tengo!!??. Ya no soporto más las náuseas de las mañanas, la continua necesidad de ir al baño y el cansancio que no me abandona. Harto de la situación decidí que ya era hora de acudir a algún sitio serio donde me hiciesen una revisión en condiciones. El jueves 6 de abril llamé a Guille desde Somoto y le pedí que me reservara cita en el mejor hospital de Managua para el sábado.

El viernes 7 era mi cumpleaños. Ya son 24 (como pasa el tiempo). La mitad del día me la pasé en el autobús dirección a Managua. A medio camino atropellamos un ternero que cruzaba la carretera. El conductor estacionó en el arcén, se bajó del bus, y estuvo más o menos una hora buscando por la zona al dueño del ternero para que le pagase los daños en la defensa. Cuando por fin llegué a Managua, cogí un taxi que me dio una ruta turística de casi una hora por la capital, ya que tenía que dejar a un cliente a la otra punta de la ciudad. Finalmente llegué a la oficina de Amigos de la Tierra. Al poco rato apareció por allí Guille. El plan de esa noche consistía en salir a cenar fuera para celebrar mis 24 años.

Fuimos con unos cuantos compañeros de trabajo de Guille a un cenador al aire libre que se llamaba El Bosque. Era un lugar parecido al Mirador de Tiscapa, una especie de restaurante que únicamente tenía una cubierta. Contaba también con una pista de baile y una orquesta que amenizaba la noche con ritmos latinos. El ambiente era familiar, y se podía encontrar a gente de casi todas las edades. Este no es un lugar habitual para extranjeros. Aquí te puedes encontrar la esencia de la noche Nica. A mí me sacó a bailar una señora que pasaba por allí y podía ser mi madre. Intenté evadirla pero no hubo manera. Aguanté una canción y salí pitando.

Los compañeros de trabajo de Guille me compraron una tarta al puro estilo americano. Son de estas tartas que parecen de mentira, con colores fuertes y dibujitos de nata. Estaba personalizada y todo, ponía “Felicidades Manuel”. Les estoy bastante agradecido a todos ellos, porque me hicieron sentir muy acogido estando tan lejos de mi casa. No nos fuimos muy tarde para casa porque todos teníamos compromisos al día siguiente. Yo tenía cita en el Hospital Metropolitano Vivian Pellas.

viernes, abril 07, 2006

Lunes 3/4

En un principio tenía pensado regresar a Managua el lunes, pero Guille y Xulio me invitaron a acompañarlos a un pueblo llamado Puerto Morazán, cercano a la frontera con Honduras en la Costa Pacífica, donde Xulio tenía que hacer una evaluación de un proyecto que había financiado Amigos de la Tierra. El viaje era largo, pero al hacerlo en coche se hizo mucho más llevadero que mis habituales viajes en autobús. A mitad de camino pasamos cerca del volcán San Cristóbal, el volcán más alto de Nicaragua. Al lado de éste se encuentra otro más pequeño y de aspecto menos amenazador, el volcán Casitas. Cuando fue el huracán Mitch, en el año 98, en la ladera de esa montaña se hizo un deslave que arrasó gran cantidad de terreno. Un deslave es un fenómeno geológico, en el que una zona de tierra con poca cobertura vegetal se satura de agua y se derrumba, creando una especie de tsunami de lodo. Se llamó el deslave de Casitas, y en él murieron 4.000 personas. Como huella de aquello todavía se puede observar un corte en la falda del volcán. Xulio y yo nos sacamos una foto con el volcán San Cristóbal de fondo, que es más bonito y menos peligroso, aunque humee constantemente.

Más adelante, el camino se hizo duro, porque buena parte de él transcurría sobre carreteras de tierra sin asfaltar. Si alguna vez venís a Nicaragua y lo que queréis es compraros un coche resistente acordaros del Toyota Yaris familiar. Cualquier otro coche no soportaría ni la cuarta parte de los caminos por los que ha transitado este. En esta zona las casas son mucho más pobres que las que puedes encontrar en las aldeas de Somoto. En Somoto la mayoría son de adobe y teja, pero aquí no llega a ese nivel y la gente se tiene que conformar con unos ranchitos de palmas. Quizás no me creáis si os digo que la gente, en el fondo, no parece infeliz ni se siente desafortunada. De hecho, la mayoría parece más contenta de lo que puede ser mucha gente en el primer mundo.

A la llegada al pueblo al que nos dirigíamos nos recibió el personal de la alcaldía y los integrantes de la cooperativa con la que había trabajado Amigos de la Tierra. El proyecto consistía en llevar a cabo una granja camaronera, en la que dar trabajo a antiguos leñadores de mangle, haciendo que estos abandonaran su antiguo oficio, ya que el mangle es parte de uno de los ecosistemas más delicados y útiles de la zona. La experiencia fue muy interesante. Por tercer día consecutivo nos tocó hacer senderismo para poder llegar a la granja. Lo que llaman granja, no es realmente una granja (no tienen a los camarones pastando). Es una planicie tierra adentro que se inunda cuando sube la marea río arriba (lo que llaman el estero). Son playas salitrosas como la que se puede ver en la fotografía. El color blanco procede de la sal que deja el agua de mar al retirarse cuando baja la marea. Para cultivar el camarón se levantan unos muros de tierra que cercan una gran cantidad de playa salitrosa haciendo una especie de piscina. En la época indicada del año se depositan las larvas de camarón en la playa y se rellena la piscina con el agua del estero por medio de una bomba. Cuando las larvas se vuelven adultas, al cabo de unos meses, se hace salir el agua de la piscina por unos filtros, donde queda atrapado el marisco. Cuando comáis un camarón que no sea de la ría, pensar que igual viene de Nicaragua.

Teníamos pensado comer en Puerto Morazán, pero el único restaurante que daba comidas no ofrecía las condiciones mínimas higiénico-sanitarias que nosotros exigíamos. Quizás las de Guille y Xulio sí que las cumplía, pero se acordaron de mi delicado estómago, y decidimos que era mejor comer en otra parte.

De regreso a Managua, paramos en la ciudad de León. Como ya dije, León es la segunda ciudad de Nicaragua y llegó a ser la capital durante la República. Creo que Granada es más conocida que León, pero Granada es una ciudad turística. León es una ciudad más activa, que tiene mayor poder cultural, económico y social. Es una ciudad con mucha vida. Cuando Hernández de Córdoba la fundó, estaba situada un poco más al sur, más cerca de lo que hoy es Managua y al pie del volcán Momotombo. No duró mucho tiempo en esa ubicación ya que una erupción la devastó. Fue refundada posteriormente en su situación actual. Lo más interesante de León es su Universidad (al estilo de Santiago de Compostela) una de las más importantes de Centroamérica, y la catedral, que queda en la plaza central de la ciudad.

Precisamente nosotros comimos en un restaurante para extranjeros que queda enfrente de la catedral, llamado El Sesteo. Xulio pidió para beber un batido de plátano con leche y canela. Estaba riquísimo. Tras dar la ruta turística de rigor, compramos el pastel típico (El Pío V) y volvimos a Managua (no sin antes estar a punto de que me atropellase una bicicleta).

La estancia en Managua la rematamos en el restaurante “Mi Pueblo”, al que había ido hace tiempo con un cura, una vieja y Ofelia. Pedimos unos platos sencillos para picar un poco de todo, y de nuevo, cansados, nos fuimos a dormir.

Al día siguiente viajé de nuevo a Somoto.

Domingo 2/4

Ese día nos levantamos temprano y tomamos camino de una finca que compró Guille recientemente en una zona que se llama Villa El Carmen. Está a poco más de media hora en coche de Managua. La finca está compuesta por una gran cantidad de terreno. Creo que su superficie ronda las 70 hectáreas. Para los que no se os den bien los números, imaginaros una superficie de aproximadamente 70 campos de fútbol. El recinto fue utilizado hace unos años como granja experimental para la cría de un híbrido entre oveja y cabra. Por tanto, en ella hay ya varias instalaciones: un par de pequeñas casas, lo que queda de una estación metereológica, un río con una presa para una estación de bombeo, unos barracones transportables de guerra adaptados como pequeñas viviendas, etc. Pasamos un buen rato de la mañana dedicándonos de nuevo a hacer senderismo. Por lo que pude ver, la zona tiene un gran potencial, porque se puede dedicar tanto a cultivos como a senderos para la interpretación ambiental. El único problema es que hacía un calor tremendo, así que en cuanto pudimos volvimos a la casa principal de la finca para poder recuperarnos.

Otra de las ventajas de esta finca es que se encuentra cercana a la costa. Tras un viaje de unos 10 km en coche llegas a la playa de Masachapa. No sé si recordaréis una canción de los 70 que se titulaba “cuando calienta el sol”. Pues esa canción fue escrita por un paisano de la zona, y su título original es “Cuando calienta el sol en Masachapa”. Nosotros fuimos a comer a un restaurante de la playa, más que nada para comprobar leyenda de que en Nicaragua se puede comer pescado. Aquí os dejo la fotografía que atestigua que es cierto. Yo esperaba encontrarme las playas abarrotadas de gente, pero por el contrario la zona estaba bastante vacía. Como lo de venir a la playa no estaba planeado, no llevamos bañador. Decidimos entonces visitar un complejo turístico que quedaba cerca de donde comimos. Se llama Montelimar y es propiedad de una cadena mallorquina de hoteles (cadena Barceló). Es el complejo turístico más importante de toda Nicaragua. Con toda la geta del mundo nos metimos dentro del recinto diciendo que íbamos a preguntar precios. Estuvimos un buen rato chequeando las instalaciones, y hasta nos hicimos unas fotos junto a la piscina. Es el típico hotel en el que piensas cuando ves los escaparates de las agencias de viajes, solo que este no queda en el Caribe, sino en el Pacífico.

Cambiamos de nuevo de rumbo y fuimos dirección a Masaya. Es la cuarta ciudad más importante de Nicaragua, después de Managua, León y Granada, y es conocida como la capital de la artesanía y el folclore nicaragüense. Lo más interesante de Masaya es su fortaleza almenada, dentro de la cual te puedes encontrar un mercado, mayoritariamente dedicado a la artesanía, donde cada vendedor vende todo lo que puede y estafa lo que le dejan. Es lo de siempre, regatear y regatear hasta que te lo dejan un poco más barato. Xulio compró una buena colección de camisetas y otra de azucareros de artesanía.

Sabado 1/4

La mañana del sábado la dedicamos como siempre a hacer la compra y dar unas cuantas vueltas al mercado Huembes. Estuvimos ojeando algunos recuerdos para llevar antes del regreso a España. Lo que más triunfa son las típicas camisetas con eslóganes, las hamacas y los lagartos disecados.

Tras la comida pusimos rumbo a una finca que está en las afueras de Managua para poder hacer una pequeña ruta de senderismo. La caminata la hicimos Xulio, Guille, Carlitos (el hijo de Guille) y yo, partiendo de una hacienda cafetalera hacia el fondo de un valle donde había una pequeña catarata. Era una zona de mucha vegetación y era más parecido a una selva que a un bosque. El recorrido nos llevó un buen rato. Por el camino pudimos encontrar muchas cosas interesantes, como un corte de una pared donde se podían observar los estratos volcánicos de formación del suelo. Los diferentes tonos de gris representan las diferentes erupciones del cercano volcán Masaya a lo largo de los siglos. Vimos un ojo de agua que surgía de una pared y la pequeña catarata de la que os hablaba. No fue fácil fotografiarla, porque al verla desde arriba había que asomarse demasiado. La subida se hizo muy dura. Mi bajo estado de forma, y no haber dormido demasiado la noche anterior pasaron factura. Aquí os dejo una foto de un arbolito de los muchos que había por el camino. Al pie están Xulio y Guille para que os hagáis una idea del tamaño.

De vuelta a la hacienda cafetalera ya empezábamos a sentir un pequeño agujerillo en el estómago, así que nos dirigimos a uno de estos restaurantes de los que os hablaba hace tiempo, donde se puede tomar algo rodeado de bosque. No teníamos muy claro lo que pedir, así que la curiosidad nos llevó a solicitar un fondue de frutas con chocolate. Yo me hacía una pequeña idea de lo que era un fondue, pero no podía relacionarlo con la fruta y el chocolate. Resulta que te sirven un pequeño hornillo sobre el que va un recipiente con chocolate, que gracias al calor se mantiene siempre líquido. Entorno al hornillo está colocada la fruta (melón, papaya, plátano, sandía, piña…), que tú coges con un pincho e introduces en el recipiente de chocolate para revolverla. Estaba muy bueno, pero quizás otro tipo de alimentos compaginen mejor que la fruta.

Viernes 31/3

No es que las cosas en Nicaragua sean caras, pero algún día se me tendría que acabar el dinero que traje conmigo de España. La idea consistía en que mi hermana me lo enviase a un banco que únicamente tiene sucursal en Managua. Existen otros medios mediante los que se puede recibir el dinero en Somoto, pero este método es, con diferencia, el más rápido y barato (sólo te cobran 5€ por enviar hasta 3.000€, mientras que por cualquiera de las otras maneras siempre te van a cobrar al menos un 5%). El caso es que, ya que tenía que desplazarme a Managua, aprovecharía para viajar con Freddy y Xulio Xulio es un chico de Ourense que trabajaba con Amigos de la Tierra e hizo un viaje a Nicaragua para evaluar los proyectos de la ONG. Uno de los proyectos era el de Somoto, así que nos hizo compañía a Freddy y a mí durante unos días. Es un tipo peculiar.

Los nicas nunca te van a decir que no a nada. Esto, que parece una ventaja para cualquiera que les solicite algo, no lo es en absoluto, porque ellos te dicen “si, si”, pero están pensando “y una leche…”. El método más habitual al que suele recurrir un extranjero en Nicaragua para lavar su ropa es pedirle a una señora que lo haga, ya que aquí las casas no tienen lavadora. Te suelen cobrar por ello unos 20 o 30 pesos. Yo se lo pedí a una, y me dijo “si, pero ahora no tengo detergente, mejor mañana”. Se lo pedí al día siguiente y me dijo “si, pero es que esta semana me voy a cambiar de casa y no puedo, dígamelo la semana que viene”, y así día tras día. Lo que pasa es que no le daba la gana de lavármela, pero por no decir que no, se inventan lo primero que se les ocurre. Esto venía a que Freddy, Xulio y yo les habíamos preguntado a unas señoras de Managua que venían a dar unos cursillos a Somoto si podíamos volver con ellas a la capital al día siguiente. Ellas dijeron; “si claro”. El caso es que, una hora antes de volver, se me ocurrió decirle a Freddy que les recordara a las señoras que íbamos a viajar con ellas. Pero ellas dijeron que habían decidido no viajar y quedarse en Somoto ese día. Yo creo que ya lo habían decidido el día anterior, pero no les dio la gana de decir que no. Para mala suerte nuestra el último bus de Somoto para Managua ya había partido. Lo único que pudimos hacer fue ir en taxi a toda pastilla al empalme con otra carretera por donde pasaba otra línea. Allí pudimos coger el último bus, en el que se podía leer en el frontal “las torres gemelas”. Subimos, pero no había sitio, así que tuvimos que ir de pie una buena parte del camino. El recorrido del autobús de este bus no es como el que cojo habitualmente, sino que este es ruteado, es decir, que para en cuanto sitio hay. Salimos de Somoto en el taxi a las 4 de la tarde y llegamos a Managua a las 9 de la noche. Menos mal que había recurrido por enésima vez a mis pastillas antidiarreicas. En otro capítulo os contaré como va mi relación con mi mascota la ameba.

Guille nos estaba esperando en la estación de bus. Xulio y yo fuimos para su casa y al poco de llegar nos metimos en la cama. Ambos dormíamos en la misma habitación, así que estuvimos media noche hablando de historias de albergues y campamentos de verano en los que trabaja Xulio cada año.

martes, abril 04, 2006

Semana de campo

La semana pasado nos tocó ir al campo. Un organismo que trabaja en la subcuenca donde yo hago mi proyecto pretendía elaborar un mapa de uso de suelo, así que reclutaron a todos los pringaos que encontraron, entre los que nos encontrábamos Freddy, yo y los chicos del CIDeS. La verdad es que en un principio tenía interés en el tema, porque pensé que de ahí podría obtener información para mi proyecto.

Como dicen los propios nicas, en este país todo funciona al suave. Quedábamos a las 8 de la mañana para salir con los otros técnicos. Los chicos del CIDeS decidieron que las 8.30 era buena hora para llegar. Finalmente llegamos a las 9, pero allí todavía no había nadie. La gente apareció a las 9.30. Y eso era así un día tras otro. Cuando te dicen, por ejemplo, “quedamos a las 8, hora nica”, quiere decir que quedamos a las 9, mínimo. La gente es bastante informal con respecto a la puntualidad.

Nuestra herramienta de trabajo era un mapa topográfico, una fotografía satelital, una brújula y una mochila con botellas de agua. Nuestra misión consistía en concretar lo que se veía en la fotografía satelital, lo que se veía desde el aire. Había que recorrerse a pie todo el terreno que salía en la imagen para poder constatar si una mancha amarilla era un terreno de cultivo, un pasto, un bosque seco, etc.

Hace tiempo que no hago ejercicio físico, y me vino bien la caminata que nos metíamos diariamente, pero entre el implacable sol que caía a mediodía y que la zona era totalmente árida, lo pasamos un poco mal. Cuando acababa el día nuestra ropa debía de pesar por lo menos un kilo más por la cantidad de polvo que teníamos encima. Y es que esto es poco menos que un desierto. Quitando puntos muy escasos, es muy difícil encontrar algún riachuelo, están todos secos. La mayoría del bosque está talado, y solo quedan zonas con algunos arbolillos que pierden sus hojas en verano (al contrario que en España), para reducir la pérdida de agua por transpiración. El resto son cultivos de cereales que están secos y algunas zonas de arbustos bajos. Únicamente en la cima de la montaña que gobierna la subcuenca (el Tepesomoto) se puede observar un bosque primario de los de verdad. Cuando teníamos la oportunidad, parábamos debajo de algún árbol perenne que encontrábamos por el camino para disfrutar un poco la sombra. Ni una sola nube se ofrecía para darnos una tregua.

El agua es un bien escaso. Los pocos lavaderos que hay están todo el día ocupados por mujeres fregando. Estos lavaderos contaminan los escasos cauces que se mantienen en esta época. Las mujeres también dedican bastante tiempo de la jornada a sacar agua de los pozos comunales, en los que tienes que estar girando una manivela durante una media hora para llenar un cubo de agua. Casi nadie tiene un pozo en la casa, así que por la tarde es normal ver pasar a niños cargados con garrafones llenos para su vivienda. Estuvimos charlando con uno de 11 años que tenía que hacer un trayecto de unos 700m todos los días desde su casa hasta la fuente con una garrafa que debía de pesar unos 15kilos. Hacía 6 idas y 6 vueltas todas las tardes. Él parecía que lo llevaba bastante bien, se lo tomaba con filosofía. La jornada escolar es intensiva, así que por la tarde puedes encontrarte más niños dando vueltas por todos lados. Uno de ellos, de 6 años, se dedicaba a correr en un caballo de un lado para otro. Parecía una pulga agarrada a un elefante. Iba botando sobre él, y daba la impresión de que en cualquier momento iba a salir disparado por el aire, pero lo tenía todo bajo control.

Los niños no están muy acostumbrados a ver gente extranjera por las comunidades, así que cuando ven a alguien como yo se echan a reír y se esconden en alguna esquina. Freddy iba acompañado de unos prismáticos que traían a los chavalitos fascinados. Hizo una fila india y los puso uno a uno para que viesen por ellos.

El trabajo infantil es más habitual en unas zonas que en otras. En algunas comunidades los niños únicamente se dedican a jugar, pero otros tienen diversos oficios, desde hacer tejas de barro hasta pasarse el día picando piedras con un mazo.

En las aldeas, al contrario que las mujeres y los niños, no es habitual ver a los hombres trabajando. Suelen estar en el porche de la casa tumbados en la hamaca. Ellos son los encargados de las labores agrícolas, pero normalmente éstas se concentran en unas épocas concretas del año, por lo que el resto del tiempo no tienen mucho que hacer. Algunos optan por emplear su tiempo libre haciendo de jornaleros en alguna obra o cualquier otro chollo que salga, pero desgraciadamente los que se aburren demasiado se dedican a beber. Por eso, a media tarde es muy habitual ver a hombres borrachos por los caminos dando bandazos de un lado para otro o simplemente tirados en las cunetas.

Para mi gusto, estos días fueron duros de más, sobre todo por el sol insoportable que nos caía encima. Sentíamos su peso sobre nuestras cabezas. Cuando llegaba por las tardes a la oficina no podía con el alma. Supongo que esto será diferente en la época de lluvias, pero el paisaje en esta época del año es un poco deprimente.