Lunes día D
La exploración médica que me harían el lunes precisaba que tuviese mi aparato digestivo perfectamente vacío y limpio desde el día anterior. La técnica a utilizar consiste en ingerir en grandes cantidades un promotor de diarrea. Tuve que comprar en la farmacia una pequeña garrafa de un galón (unos 3,8 litros) que contenía unos polvos. Aprovecho para contar, ahora que hablo de galones, que el sistema métrico en Nicaragua es un auténtico desastre, porque mezclan varios sistemas métricos; el inglés, el internacional y el nica. Las masas pequeñas se miden en libras y las grandes en quintales. Las distancias grandes en kilómetros, las cortas en varas, y las muy cortas en pulgadas. Los volúmenes en galones y las áreas en manzanas.
Sigo con lo que estaba. En la tarde del domingo debería rellenar la garrafa de agua para diluir en contenido, y beberme ese líquido hasta el final del día. Los tres o cuatro primeros vasos los llevé bien, pero cada vez veía más difícil acabar los casi cuatro litros, el líquido me producía náuseas y mi cuerpo lo rechazaba. A las 2 horas de empezar el tratamiento fui directo al baño. Y allí me pasé la mayor parte del tiempo hasta el día siguiente. No pude alejarme a más de 10 metros del inodoro. Es una sensación especial ver como por el sitio por donde normalmente salen cosas sólidas ahora sale la misma agua que ingerí. Mi cuerpo se convirtió en una cañería por la que salía lo mismo que entraba por la boca. Ahora sé lo que sienten las mujeres cuando se sientan para mear.
Inevitablemente, llegó el lunes. No voy a negar que tenía bastante miedo, pero a estas alturas, ya estoy tan desesperado por solucionar mis problemas que me dejo hacer cualquier cosa. Guille me acompañó en todo momento y fue un gran apoyo. Quise que me sacara una foto en la entrada del hospital. En momentos como este, cuando estás en la sala de espera, te preguntas a ti mismo; ¿por qué, con la de horas, días, semanas, meses y años que hay en mi vida, me tiene que tocar vivir este preciso instante de sufrimiento?. ¿No podría estar viviendo justo dentro de una semana o dentro de un año?. ¿Por qué me toca vivir justo ahora este momento?.
Antes de mí le tocaba a una señora hacer una broncoscopia. No debería de quejarme de lo mío sabiendo lo que le iban a hacer a ella. Al rato de que entrase empezamos a oír fuertes arcadas. Esos sonidos me estaban poniendo los pelos de punta, así que decidimos esperar mi turno en el pasillo, en vez de hacerlo en la sala de espera. Antes de entrar te piden que firmes un papelito en el que dice que eres consciente de que todo procedimiento médico tiene unos riesgos y que estás dispuesto a asumirlos. Es decir, que si te pasa algo malo, que luego no te quejes, que ya sabías que había.
Como siempre, casi una hora tarde, me hicieron entrar. Me desnudé y me dieron un camisón de hospital. Luego me tumbaron en una camilla durante una media hora que se hizo interminable. Me sentía como un cordero a punto de ser degollado.
Normalmente, en los hospitales públicos españoles estas operaciones las llevan a cabo mientras estás plenamente consciente, por lo que se convierte en una experiencia traumática. Yo ya había hecho una endoscopia en Santiago de Compostela hace un par de años en una clínica privada. Aquella vez me consideré afortunado porque me inyectaron una droga tranquilizante. Mientras me hacían la exploración estaba consciente pero plenamente relajado. Era algo parecido a estar borracho. Aún así fue desagradable. Pero esta vez fue mejor todavía. Poder pagar más de 500$ porque te metan un par de tubos por el cuerpo tenía que tener alguna ventaja, no?. Me pusieron las ventosas para monitorizar las constantes vitales y me tumbaron de costado en una camilla de quirófano. Luego vino el anestesista. Me metió una vía en la mano y me prometió que no me iba a enterar de nada. Y fue cierto. Lo último que recuerdo es la sensación aguda de un líquido frío ascendiendo por todo el brazo desde mi mano...
Al cabo de una hora, más o menos, me despertaron. Ya todo había terminado. Estuve hablando con los médicos mientras me recuperaba en la camilla, pero tengo unas pequeñas lagunas y no sé exactamente qué me dijeron. Me pareció entender que no habían encontrado nada grave dentro de mí. Según me dijo el doctor Gutiérrez, tenía en intestino inflamado como consecuencia de una infección bacteriana. Me tomaron muestras para hacer una biopsia, de la que me darían los resultados el jueves. Así terminó la historia, mucho mejor de lo que me hubiese imaginado.
De los errores también aprende uno, y ahora sé que nunca volveré a viajar a un país del tercer mundo sin un seguro médico en condiciones. Antes de viajar a Nicaragua iba a contratar uno, pero el precio era de 350€. Yo, ingenuo de mí, pensé; “malo será que me pase algo tan grave como para gastar más de 350€ en médicos”. Dicho y hecho. Como no estaba muy dispuesto a gastar 350€, me justifiqué a mí mismo recordando que el Carné Joven tiene un seguro de viaje, así que me imaginé que si me ocurría algo podría recurrir a él. Antes de ir al hospital me puse en contacto con la aseguradora, pero me dijeron que ellos sólo cubrían hasta 30 días en el extranjero, y como yo llevo en Nicaragua dos meses, me fastidiaba y me lo pagaba yo.
Mi situación actual es de drogadicción total. Tomo más medicamentos que los ancianitos de los asilos. Mi dosis diaria consiste en;
- dos pastillas de antisecretor de ácido
- tres pastillas reparador enzimático de intestino.
- tres pastillas de antiespasmódico intestinal
- dos pastillas para las náuseas
- dos pastillas de antibióticos
- un litro de suero oral
- un litro de complejo proteico-vitaminado para recuperar peso.
Y todo esto a la espera de lo que salga en la biopsia de jueves. Me voy a volver yonki perdido.
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