Yo pensaba pasar de continuo hasta el 11 de mayo en Somoto, pero el viernes 28 por la noche recibí una llamada imprevista. Era Ofelia, la mujer de Guille, que me invitaba al bautismo de Yalí (su hijo de un año) el domingo 30. Lo cierto es que me daba un poco de pereza levantarme a las 4.30de la mañana del día siguiente para recorrer los 200 y pico kilómetros hasta Managua, pero estaba seguro que lo pasaría mejor allí, que estando solo en el CIDeS todo el puente del primero de mayo.
El sábado me levanté a trancas y a barrancas, me duché, desayuné y fui directo a la estación de autobuses para coger el que salía a las 6,15. Siendo sábado, me imaginé que iría prácticamente solo en el autobús, pero nada más lejos de la realidad. Como es habitual estaba el revisor gritando “¡¡¡Managua!!!”. Bueno, no, en realidad no dice eso, dice algo así como “¡¡¡¡¡¡¡¡¡Menneeeeeeeggggguuaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!”. A mí ya me pareció raro el hecho de que a la entrada dijesen; “pasen, pasen, va vacío” y cuando subí las escaleras me encontré con que únicamente había un par de asientos libres. La explicación es que para el revisor, va vacío quiere decir que no va hiperlleno. El autobús salió de la estación al completo y empezó a recoger gente en las paradas. Al cabo de una hora, el interior de aquel autobús era una imagen dantesca de gente amontonada que luchaba por buscar un sitio en el que respirar bajo la axila de individuo que tenía al lado. Si Amnistía Internacional tuviera constancia de esto, habría denunciado a la empresa de transportes por trato inhumano a sus pasajeros. De hecho, había tanto contacto físico que seguramente salieron del autobús más personas de las que entraron.
A mi llegada a la capital, cogí un taxi y me dirigí a la oficina de Amigos de la Tierra, donde pasé el rato hasta que llegó para recogerme Guille junto con el padrino de Yalí. El padrino era un amigo de Guille, de 60 años, Salvadoreño, y colega de profesión. Dirige una fundación para la protección ambiental del río Lempa, en El Salvador. Este hombre es una persona bastante peculiar, fue un alto cargo de la Guerrilla Salvadoreña (FMLN; Frente Movimiento de Liberación Nacional) durante la guerra de ese país. Una guerra de tantas que han arrasado América Latina durante los años 80 con la inestimable ayuda de los sucesivos gobiernos Norteamericanos. Parece ser que este hombre tuvo un puesto relevante en el conflicto. No voy a contar mucho sobre la guerra en El Salvador, sobre todo porque no estoy muy informado, pero si queréis ver una buena película sobre el tema os recomiendo “Voces Inocentes”.
El resto del día lo pasamos haciendo los preparativos para el bautismo, comiendo pizza en un italiano y yendo de compras.
Al día siguiente, domingo, tocaba cambio de hora. Se reunió el Presidente con unos ministros, y de la noche a la mañana, se les dio por hacer el cambio. Como las cosas funcionan de “aquella manera”, casi nadie se enteró, y de los que se enteraron, a algunos se les olvidó cambiar el reloj, por lo que llegamos tarde a la cita con el cura. No fuimos los únicos, también llegó tarde el cuar, y de 30 invitados que éramos, por lo menos 20 llegaron una hora después de lo previsto. La ceremonia era en la capilla de la UCA (Universidad Centroamericana). No sé si os habréis dado cuenta, pero aquí les encanta utilizar las siglas. Los ministerios, no se llaman “Ministerio de tal cosa”, sino que se llaman MAGFOR, MARENA, MINSA, etc. Volviendo al tema, el lugar elegido para el bautizo fue una capilla de la universidad en la que estudió Ofelia. Allí nos recibió un viejecito bastante peculiar que resultó ser el sacerdote. Se notaba a primera vista que este cura no era como los demás. Se trataba de un jesuita vasco, de 90 años, que había llegado con una misión a Nicaragua hace varias décadas. Tuve la oportunidad de hablar un rato con él: me contó que había estudiado Ingeniería mecánica en Madrid. Luego había vivido en China, donde aprendió Chino Mandarín. También hablaba perfectamente Alemán e Inglés. Cuando llegó a Nicaragua empezó a dar clase de Ingeniería en la UCA, pero más tarde decidió cambiarse de campo y centrarse en la Ecología, concretamente en Malacología (estudio de los moluscos). Freddy fue alumno del padre Adolfo de la Fuente (así es como se llama), y me comentó que este hombre viaja tres meses de cada año Los Ángeles para sacar fotografías de micromoluscos con microscopio electrónico. Charlando con el Padre, comentó que en unos días viajaría a la isla de Ometepe para hacer un estudio con un grupo estadounidense de Nacional Geographic. Este hombre me dejó totalmente impactado, porque, a parte de los conocimientos que tenía, físicamente se conservaba en pleno estado de forma e irradiaba una sencillez impresionante en una persona con tal cantidad de vivencias y sabiduría. Creo que ha habido pocas personas que hayan conocido al padre Adolfo y no se les haya pasado por la cabeza… “Ojalá llegue yo a los 90 años con esa vitalidad”
Antes de iniciar el bautismo, el cura, se presentó a cada uno de los invitados e hizo algunas bromas. Seguidamente pasó un buen rato explicando en qué consistía la ceremonia del bautismo, cuales eran sus pasos y el por qué de cada uno de ellos. Consiguió hacer el tema digno de mi interés. Después dio paso a la misa. Ni tan siquiera se cambió la ropa, conservó su pantalón y su camisa y se puso la cinta característica de los sacerdotes en la misa por detrás del cuello. La sencillez del oficio me dejó impresionado. Básicamente se redujo a los pasos mínimos imprescindibles. Me hizo mucha gracia cuando dijo; “bueno, ahora en este punto tocaba rezar unos cánticos, pero como no tenemos coro y no cantamos muy bien, este paso nos lo saltamos”.
Yo, particularmente, creo que la Iglesia Católica tiene dos opciones, renovarse o desaparecer, y pienso que si todos los curas fuesen como el padre Adolfo, la Iglesia podría sobrevivir. Por lo que tengo entendido, los Jesuitas son una orden religiosa, generalmente dedicada a la enseñanza, compuesta por hombres instruidos en diversas materias, sobre todo en ciencias, que proponen una forma más moderna de vivir el Cristianismo, mucho más flexible y menos ortodoxa. Gracias a esta forma de vivir el cristianismo, los Jesuitas se han ganado la desconfianza de la parte fuerte de la Iglesia (los jefecillos del Vaticano), que los denominan “Los enanos cabezones”, ya que según ellos tienen mucho intelecto y poco espíritu.
Finalizado el bautismo, nos dirigimos a celebrarlo a un conocido restaurante que quedaba cerca de la Universidad. Es curioso que a medio mundo de distancia los Cristianos sigamos empeñándonos en celebrar los actos religiosos con comilonas. ¿Será cuestión de la religión o de la cultura de la comida que expandieron los españoles en la conquista?. El local elegido se llamaba Marea Alta, y es uno de los pocos lugares de toda la ciudad donde se puede comer pescado (una opción exclusiva a un precio exclusivo). Está decorado con un ambiente claramente marítimo, y nada más entrar te puedes encontrar una nevera en la que están expuestos algunos mariscos al más puro estilo “restaurante de zona vieja de Santiago de Compostela”. El lugar donde se ubica el restaurante se llama La Zona Rosa de Managua, que es el barrio de más glamour de toda la ciudad. Se puede decir que es la zona fresa (aquí a los pijos les llaman fresas).
El menú consistía en una curvina que podía ser empanada o al ajillo. Yo la pedí al ajillo, y no sé si era porque hacía mucho tiempo que no comía un pescado de verdad o porque estaba bien preparado, pero me supo a gloria.
La comilona no duró demasiado, y al cabo de un par de horas los invitados empezaron a irse. Yo decidí quedarme con Marcel para dar una vuelta por la ciudad y tomar algo en un bar. Aprovechando que estábamos en la zona rosa fuimos a un local que tenía muy buena pinta. El sitio era bonito, pero el precio de las consumiciones era totalmente del primer mundo. En la factura te incluyen el IVA (16%) y la propina voluntaria (entorno a un 10%).
Luego nos dirigimos a un centro comercial. Está claro que este tipo de sitios están diseñados para los cheles, los fresas y los extranjeros, porque el 90% de la población nicaragüense no se atrevería ni a asomar la cabeza puertas a dentro de estas instalaciones. Charlando de todo un poco, Marcel me comentó que a él nunca le habían gustado los centros comerciales, pero desde que vivió en Cali (Colombia), les había cogido cariño, porque era uno de los pocos lugares por los que se podía pasear tranquilo.Yo tenía pensado aprovechar la estancia en el centro comercial para así poder comprarle algún detalle a Ofelia y a Guille por haberme invitado al bautizo, y de paso, en agradecimiento por el trato tan hospitalario con el que me alojaban en su casa. Di en el clavo cuando me encontré con una tienda de Pórtico. Para el que no lo sepa, Pórtico es una cadena pontevedresa de tiendas de artículos para el hogar. Me pareció bastante raro que Pórtico tuviese una tienda en Managua y Zara, por ejemplo, no. Dicen que en Costa Rica y en otros países de Latinoamérica sí que hay tiendas de Zara, pero no se consideran tiendas de ropa barata, sino todo lo contrario.
El caso es que al meterme en Pórtico ya estaba como en casa, así que no me costó demasiado trabajo encontrar lo que buscaba. Al final opté por un reloj de cocina y un juego de platos.
El día fue bastante intenso, porque, ya que estábamos cerca de la Catedral de Managua aproveché para echarle un vistazo. Es una obra arquitectónica bastante peculiar. Os dejo unas fotos para que vosotros mismos juzguéis hasta que punto el modernismo tiene alguna relación con la belleza. Lo que más me sorprendió de la construcción fue una pequeña capilla situada a un lateral. Es una especie de refugio nuclear donde hay un Cristo dentro de una vitrina circular. Valió la pena entrar a verlo.
Cuando ya empezaba a caer la noche decidí despedirme de Marcel y cogí un taxi para regresar a casa de Guille. Al principio me pidió 80 córdobas (es que está bastante lejos) pero conseguí que me lo dejase en 70. De camino se me dio por sacar tema de conversación y le pregunté al taxista cuanto tiempo llevaba en el oficio. El hombre empezó a hablar, hablar y hablar y acabó contándome su vida. Empezó contando que había sido cabo del Frente Sandinista en la Guerra. Cuando acabó la Guerra trabajó como administrativo, pero al quedarse sin trabajo tuvo que pasarse al taxi. Por lo general, en Nicaragua, los taxistas no son dueños de sus propios vehículos. Lo más habitual es alquilarlo diariamente a una cooperativa (que de cooperativa no tiene nada, porque son de un tío solo), pagar la gasolina que consumen, y llevar a cuantos más clientes mejor. Luego siguió con el tema preferido de conversación del país; que si la política está muy mal, que si mucha corrupción, que si demasiada natalidad… llegados a este punto, te encuentras dos clases de personas; los religiosos que dicen que la excesiva natalidad se debe a que la gente peca demasiado, y los no religiosos (como mi taxista), que dicen que la Iglesia tiene la culpa por fomentar que las familias tengan hijos. El hombre me contó que en estos días su hija estaba viajando de mojada hacia los Estados Unidos. Todas estas historias me llegaron a emocionar. Es el mismo cuento que se repite una y otra vez en estos países, pero escuchada de primera mano impacta mucho más.
Eran las 7 en punto de la tarde y el sol se acababa de poner (todo el año se pone a las 6, pero ya os dije que ese día hubo cambio de hora), pero todavía había suficiente luz en la carretera. El taxi llevaba puestas las luces de posición, pero no las de corto alcance. Pasamos al lado de un control de la Policía y nos mandaron parar. Evidentemente, esto a los taxistas les molesta bastante, porque su taxi es alquilado y el tiempo perdido es dinero perdido. Le pidieron todos los papeles habidos y por haber, y cuando comprobaron que estaba todo en regla, el agente, le dijo: “Le voy a tener que multar, por andar de noche sin las luces puestas”. Por una parte, no era de noche, y por otra, el coche no traía las luces apagadas. Tras un buen rato suplicando, el Policía se hizo el generoso, diciendo que le iba a rebajar la multa a la mitad por llevar puestas las luces de posición. Sólo le iba a cobrar 150 córdobas. ¿En dónde se ha visto que te pongan media multa?. Este policía tenía más cara que espalda y sólo le faltó pedirle el soborno directamente. Mi taxista aguantó bien el tipo y empezó a hablarle del Frente Sandinista. Yo estuve tentado a abrir la boca para defender al pobre hombre, pero pensé que sería mejor estar callado porque en ese momento no llevaba conmigo ni el pasaporte ni ningún tipo de identificación, y si el policía, quería podía amargarme la tarde. Finalmente hubo suerte, el estafador desistió de su intento y nos dejó marchar.
Si hay una cosa importante que me llevo de Nicaragua es haber conocido a mucha gente interesante. En días como este, donde conoces a un taxista que representa la situación de América Latina, a un exguerrillero y a un jesuita bastante peculiar, te sientes como si hubieses participado en un ciclo de conferencias destinadas al crecimiento personal.